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¿Necesitan los niños aburrirse? ¿Qué dice la neuropsicología?

Javier Tubío, docente de UNIR, desvela las claves de una nueva forma de aprender de los niños durante las vacaciones.

Padre con su hijo pequeño en brazos.

Los avances en el mundo de la neurociencia no solo tienen repercusiones en ámbito clínico, sino que puede aportar un gran valor para la mejora de la práctica educativa. Regresa la época estival y nuestros jóvenes comienzan sus deseadas vacaciones. Con ellas llega, un año más, el gran reto para padres: cómo llenar de contenido las toneladas de horas libres de sus hijos.

Todo un quebradero de cabeza para el cual los progenitores deben armarse de paciencia, imaginación y, en muchos casos, rascarse el bolsillo. Durante el curso, los estudiantes no han tenido un minuto libre entre clases, deberes o actividades extraescolares. Ahora no los vamos a tener en casa aburridos, ¿no?

En verano los días son largos y hay tiempo tanto para ir al taller de programación o clases de música, hacer los deberes de verano, jugar con la videoconsola, quedar con los amigos para ir a la piscina como, por supuesto, también para aburrirse. Es lógico que en esta sociedad en la que impera el horror vacui ante el tiempo sin contenido, los padres puedan llegar a culpabilizarse por no poder dotar a las agendas de sus hijos de experiencias de calidad en todo momento. Pero ¿es esto necesario? La neuropsicología educativa nos dice que no; e incluso que, a veces, aburrirse es positivo. Veamos por qué.

Vivimos en una cultura en la que hay que estar ocupado en todo momento y no hacer nada nos crea ansiedad. Incluso durante los momentos de ocio debemos estar haciendo algo. Esto nos afecta a todos, pero los más jóvenes lo tienen mucho más interiorizado ya que han crecido en un mundo rodeados de tecnología que les mantiene “entretenidos” las 24 horas. Pero la ciencia nos dice que dedicar tiempo a no hacer nada es fundamental y tan necesario como el hacer cosas. Dejar que nuestro cerebro repose también forma parte del proceso de aprendizaje.

El cerebro necesita momentos ociosos, es decir, un tiempo de divagación en los que aparentemente no esté haciendo nada para que pueda luego funcionar con normalidad, ser creativo, y asimilar y conectar los múltiples estímulos a los que se expone a diario.

Sin embargo, eso es algo que cada vez le estamos permitiendo menos con nuestro modelo de vida multitasking.

¿Qué ocurre en el cerebro cuando no hacemos nada?

Hasta hace no muchos años se pensaba que cuando no hacíamos nada nuestro cerebro tampoco lo hacía, o al menos que la actividad cerebral disminuía al mínimo. En general, en las investigaciones en las que se quería analizar la actividad cerebral ante una determinada función, los neurocientíficos se centraban fundamentalmente en estudiar los patrones cerebrales, mientras los sujetos realizaban tareas correspondientes a dicha función, ignorando lo que pasaba en el cerebro en los periodos de descanso.

No es hasta entrado el siglo XXI que algunos investigadores empezaron a interesarse por lo que registraban los equipos de neuroimagen en sus estudios mientras los sujetos se encontraban en periodos de descanso entre tareas. Se dieron cuenta de que lo que se consideró durante mucho tiempo como ruido era, en muchos casos, patrones de mayor activación cerebral incluso que en los periodos de ejecución de la tarea, solo que se estaban activando circuitos neuronales diferentes.

neuroeducación

Fue serendipia: estos hallazgos no entraban en la hipótesis de ninguna investigación y llevaron a describir lo que en 2001 Marc Raichle denominó la default mode network o red neuronal por defecto, un conjunto de redes neuronales que conectan múltiples regiones cerebrales que se activan de manera mucho más intensa durante tareas pasivas o durante estados de descanso consciente. Dicho de manera más simple, se activan mientras no hacemos nada y dejamos a nuestro cerebro divagar a sus anchas.

Desde que fue descrita por primera vez, el interés por el estudio de esta red no ha dejado de incrementarse en la comunidad científica. Hoy se sabe que es una extensa red que incluye regiones cerebrales como la línea media posterior, el córtex prefrontal medial, el lóbulo parietal inferior, el córtex temporal lateral y ciertas subdivisiones de la corteza prefrontal dorsolateral. Su función es la de organizar, manipular, recuperar y conectar la información interna a un nivel de procesamiento más profundo del que se puede hacer mientras el estímulo está presente.

La solución llega cuando menos se la espera

Permite resolver problemas que requieren computación durante largos periodos de tiempo. Esta red explica, por ejemplo, por qué en muchas ocasiones encontramos la solución a un problema cuando dejamos de pensar en él, tras darle vueltas a un asunto durante todo el día. Damos con la clave mientras nos estamos duchando.

Son innumerables los artistas, inventores o científicos que han confesado que encontraron la solución a un problema o la inspiración creativa para una obra mientras estaban en el baño, tumbados en la cama o bajo un árbol haciendo aparentemente nada. Obviamente nada se consigue sin que exista un trabajo duro previo, pero es necesario dejar reposar las ideas para que cojan forma y los conceptos creados conecten unos con otros.

En muchas ocasiones solucionamos un problema cuando dejamos de pensar en él

 

Algo aparentemente tan sencillo como darle pequeños descansos a nuestro cerebro de cuando en cuando se ha convertido en un reto, ya que incluso cuando no estamos haciendo nada, estamos haciendo algo (consultando internet, ojeando redes sociales, escribiendo por WhatsApp…) y no le estamos dejando tiempo libre a nuestro cerebro para ser creativo.

Así que la próxima vez que nuestros hijos nos digan que están aburridos porque no están haciendo nada, le podemos responder sin ninguna duda que le están dando la oportunidad a su cerebro para que desarrolle todo su potencial.

La neuroeducación pone el foco en los procesos neuronales que se encuentran más estrechamente vinculados con la forma en la que aprendemos. Conocer cómo funciona y se desarrolla el cerebro nos permitirá optimizar la forma en la que enseñamos. Puedes profundizar en todo ello con el Máster en Neuropsicología y Educación de UNIR.

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