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El riesgo social en atención temprana, una realidad en auge

Esta disciplina se encuentra en un momento histórico que demanda más y mejores profesionales. La experta Jessica Piñero analiza la situación y cómo afrontarla.

Los profesionales que trabajan con la infancia deben ser capaces de generar entornos inclusivos y de calidad.

Según el análisis de la Encuesta de Condiciones de Vida con Enfoque de Infancia (Plataforma de la Infancia España, 2023), el 27,8% de los niños viven en situación de pobreza. Esto sitúa a España con los niveles más altos de pobreza infantil de toda la Unión Europea.

Informa, además, del impacto que ha tenido la pandemia de Covid-19 a nivel socioeconómico en la población infantil, provocando un incremento importante de la pobreza, especialmente en hogares con niños dependientes. Por otro lado, expone que de los 170.000 ucranianos acogidos en España por la guerra, 36.000 niños han sido matriculados en colegios españoles.

Niño ucraniano Más de 36.000 niños ucranianos han sido matriculados en colegios españoles.

Hablar de atención temprana, es hablar de algo desconocido para la población en general, a pesar de que es una disciplina que lleva en nuestro país cerca de 50 años aproximadamente. Tal desconocimiento se debe a que la población ignora cuáles son sus cometidos hasta que lo necesitan.

Ahora bien, las personas que van a recibir el servicio suelen asimilarlo solo con la discapacidad infantil y desde una visión rehabilitadora de patologías de menores de 6 años en centros específicos de intervención. Un conocimiento obsoleto, desactualizado y que no refleja la atención temprana actual.

Esta forma de entender la atención temprana por parte de las familias y profesionales supone dejar atrás otros colectivos, tales como la población de riesgo que también es beneficiaria directa de la misma. Tampoco tiene en cuenta, el abordaje en los contextos de desarrollo de los pequeños, entre otros aspectos relevantes.

Nos podemos encontrar con los niños de riesgo biológico, como los nacidos antes de tiempo o con bajo peso, o que presentan sufrimientos fetales. Por otro lado, hay que incluir a los de riesgo social, los que viven en unas condiciones sociales poco favorecedoras que pueden alterar su desarrollo. Ambos colectivos, junto a los que presentan patologías y/o desafíos en el desarrollo, forman el colectivo que debe derivarse a los centros especializados para beneficiarse de los recursos de atención temprana.

En la actualidad, la atención temprana se encuentra en un momento crítico o de transformación, que implica cambios, no sólo en cómo se entiende la intervención, sino en cómo se configuran los equipos y los entornos de actuación. Aspectos a tener en cuenta, no sólo en prevención terciaria (atención al niño con patología), sino también en prevención secundaria (atención a los niños de riesgo) y primaria (atención a la sociedad), en todos los sectores de los que forma parte.

niño solitario con móvil Las Situaciones carenciales del entorno del niño pueden generar aislamiento e inadaptación social.

En este punto, por el momento histórico que estamos viviendo, merece la pena hacer un alto y pensar en qué situaciones sociales se están dando y en qué medida afectan al desarrollo de los niños y a la convivencia familiar, como grupo de riesgo social. Estamos comprobando el impacto que tuvo la pandemia de Covid-19, así como las guerras actuales, están generando que se disparen las cifras de menores en riesgo social. Esto obliga a los profesionales especializados en atención temprana a actuar en consecuencia.

Estos niños en situación de riesgo social son vulnerables, ya que no tienen las mismas oportunidades que el resto para desarrollarse, ni estructurar su personalidad a partir de personas de referencia, entornos cercanos, favorecedores y ricos en experiencias. Si nos remontamos a años anteriores, se entendía que este colectivo era fruto de un microsistema disfuncional. Sin embargo, en la actualidad, el análisis es más complejo al intervenir aspectos como la familia, el individuo y el entorno, la interacción del niño con las situaciones carenciales del entorno y la posibilidad de que esa situación de vulnerabilidad sea el inicio de la inadaptación social.

En la actualidad emergen nuevos grupos de infancia en situación de riesgo social, como son los movimientos migratorios, por ejemplo. Valorar los factores de riesgo en el menor, en la familia o en el entorno son determinantes. Permite establecer criterios que ayudan a realizar intervenciones eficaces y evitan la aparición de situaciones de mayor gravedad.

Estas situaciones de desprotección deben analizarse en niveles ecológicos que van desde lo individual a lo sociocultural, pasando por la familia, el entorno educativo y las redes sociales cercanas, sin dejar de lado las distintas interacciones que se producen. Ahora bien, en este contexto, hablar de factores de protección y resiliencia es fundamental. Es decir, los elementos que contribuyen a disminuir la probabilidad de producirse un problema, lo que, en atención temprana, conocemos como fortalezas.

El estudio de las situaciones de desprotección infantil y sus consecuencias en el desarrollo debe realizarse desde una perspectiva evolutiva y ecológica. Es imprescindible que se tenga en cuenta tanto las consecuencias cognitivas y socioafectivas en los niños, como la interrelación de estos factores con el contexto o entorno en el que el menor se encuentra inmerso. El entorno, una vez más, se sitúa en el punto clave de la intervención. Tal y como demuestra el modelo ecológico de Bronfenbrenner.

Los profesionales que trabajan en ámbitos de atención a la infancia, como es la atención temprana, tienen que ser conocedores de aquellas conductas o indicadores que nos pueden hacer sospechar sobre la presencia de este tipo de situaciones, para poder actuar en consecuencia, generando entornos inclusivos y de calidad.

Las escuelas infantiles y colegios acogen a niños que pudieran cumplir con los indicadores de riesgo social, al ser parte algunos de un entorno desfavorecido que compromete su desarrollo, aprendizaje y, por tanto, su adaptación al medio. Teniendo en cuenta que la atención temprana de calidad actúa en los entornos naturales de los niños, es un compromiso de todos intervenir.

(*) Jessica Piñero Peñalver, es doctora en psicología, docente del Máster de Atención Temprana y Desarrollo Infantil de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y directora de la Fundación Salud Infantil, con más de 20 años de experiencia en el ámbito de la atención temprana.

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