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Por qué casi la mitad de los niños con altas capacidades sufre acoso escolar

Rosa Peris, Joaquín González-Cabrera y Yolanda López, docentes de UNIR, abordaron la incidencia del acoso escolar en los centros educativos, un problema de salud pública que afecta especialmente a niños y adolescentes con altas capacidades.

No todas las formas de violencia son acoso.

Casi la mitad de los niños y adolescentes con altas capacidades (AACC) en España sufre acoso escolar en algún momento de su vida académica. “Tener altas capacidades conlleva un gran riesgo de ser victimizado”, aseguró Joaquín González Cabrera durante la openclass Niños con altas capacidades y acoso escolar: una realidad que abordar. Un problema muy complejo, producto de la intolerancia hacia lo diferente, pero que puede abordarse con garantías si el entorno familiar y docente que rodea a esos niños lo prevé e interviene en tiempo y forma.

Porque los niños con AACC son diferentes. Yolanda López señaló en el evento que se trata de un colectivo heterogéneo, conformado por individuos que requieren para su estudio de un abordaje multidimensional. “Definimos a cada uno con un perfil personal completo”, añadió López. Algunas de sus características son:

  • Cognitivas. Estos niños poseen una gran memoria, un aprendizaje rápido y alta capacidad de comprensión, atención y concentración. Detestan los trabajos mecánicos o repetitivos.
  • Socioemocionales. Tienen una intensidad y una profundidad mayores que la media. Están dotados de una gran capacidad de observación y sienten especial interés por las relaciones sociales; a veces, incluso, por cuestiones sociales que en general no interesan a otros alumnos de su edad.
  • Motivacionales. Son niños y niñas, por ejemplo, con una gran curiosidad e inquietud.

Estos rasgos pueden favorecer la vulnerabilidad del niño o la niña, especialmente en la franja de los 11 y los 14 años, el periodo en el que los niños se sienten más distintos y más rechazados, y en el que prevalece el fenómeno del acoso, una forma de violencia mantenida en el tiempo.

González-Cabrera citó dos trabajos de investigación para determinar la magnitud del problema y para evidenciar con datos y hechos lo que los profesores y maestros comprueban a diario en las aulas.

UNIR colaboró junto a otras organizaciones como UNICEF en uno de ellos, un estudio que González-Cabrera calificó como “el más representativo hasta la fecha sobre este asunto”.

Tras encuestar a 49.000 escolares de Educación Secundaria Obligatoria, el trabajo demostró que 3 de cada 10 estudiantes, en general, sufren acoso escolar: un 33,6% sufre acoso al menos una o varias veces al mes, y un 19,9% una o varias veces a la semana.

AACC y acosoe scolar 2
Cifras de una gravedad “enorme”, lamentó el investigador, sobre todo si se tiene en cuenta que más de dos millones de niños y niñas están en este periodo escolar. “El acoso escolar es un problema de salud pública porque afecta a una gran cantidad de chicos y de chicas”, sentenció González-Cabrera.

Estas cifras son todavía más preocupantes si se atiende al sector de la población con altas capacidades. El docente de UNIR subrayó que, según varias investigaciones, prácticamente la mitad de los niños con altas capacidades sufren acoso escolar, una cifra “dantesca”, según el experto.

Es 2,5 veces más probable que un niño o un adolescente con AACC padezca acoso escolar (bullying). Yolanda López fue un paso más allá: “No debemos olvidarnos de aquellos estudiantes que están en Educación Infantil y Primaria, o incluso en Bachillerato o la universidad: las formas de acoso también se dan en estas épocas”, puntualizó.

Porque un suceso violento puede ser grave y requerirá una intervención pedagógica, pero no constituye por sí mismo una forma de acoso: “No toda violencia es acoso”, recalcó González-Cabrera.

Conflictos y oportunidades

La literatura científica define al acoso como un alumno o grupo de alumnos que intimida intencionadamente a otro estudiante mediante conductas de violencia física, psicológica, social o verbal. Estos comportamientos deben mantenerse en el tiempo, prolongados por una especie de ley de silencio – sumisión.

Una misma persona puede adoptar el papel de víctima o de agresor, o incluso ambos roles, en distintos momentos y contextos, porque el acoso escolar responde a una lógica compleja cuyos roles nunca están del todo definidos y no son monolíticos. “Los procesos y los circuitos de la violencia impregnan de una manera masiva todo lo que ocupa”, ilustró González-Cabrera.

Sin embargo, el ponente reconoció que el conflicto es en sí mismo parte inherente a la vida en sociedad y, por lo tanto, recomendó no tenerle miedo. Al contrario: “Puede brindar oportunidades pedagógicas con las que enseñar a nuestros estudiantes a resolver problemas futuros mediante herramientas emocionales y conductuales. Se aprende mucho en la convivencia”, detalló.

Los menores deben estar rodeados por un ambiente de apoyo y de seguridad. Joaquín González-Cabrera.

 

Herramientas cuyos orígenes están en la infancia y en la adolescencia, y que sirven igualmente para prevenir e intervenir en casos de acoso. Yolanda López subrayó para ello la necesidad de ofrecer a los menores un ambiente de apoyo y de seguridad que les comprenda, que entienda cómo son y qué necesitan, y que garantice su seguridad.

También es clave que familias, docentes, directivos y orientadores presten especial atención a ciertos indicadores de conducta, como la tristeza o los cambios de ánimo, la pérdida de apetito, los problemas para dormir, la irritabilidad o lesiones diversas justificadas con argumentos confusos, entre otros aspectos.

“Debemos potenciar las fortalezas, más allá de las dificultades; mejorar la comunicación entre las escuelas y las familias; y dotar a los niños de herramientas de gestión emocional y conductual”, finalizó López.

La experta coincidió con González-Cabrera en que esta respuesta educativa debe basarse, en última instancia, en “no cerrar los ojos”, en encarar con franqueza el problema y superar finalmente los miedos.

El objetivo último es encontrar el particular bienestar físico, mental, social y emocional de cada niño, que sentará las bases de su bienestar futuro.

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