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Balance y prónostico en el tercer año de la agresión de Rusia a Ucrania

El profesor de UNIR analiza en qué momento está la guerra, cuando se vive una situación de estancamiento en un frente que alcanza los 1.000 kilómetros de extensión, con Rusia poco afectada por las sanciones impuestas y con las ayudas europeas y norteamericanas a Kiev bloqueadas.

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La guerra vive una situación de estancamiento en un frente que alcanza los 1.000 kilómetros de extensión.

Aquel 22 de febrero de 2022 supuso el fin de un conflicto encubierto pero evidente para dar paso a una agresión directa en forma de guerra. Rusia, que había camuflado la agresión a Ucrania en Crimea alegando que el Kremlin no sabía nada, ese día de hace hoy algo más de dos años se quitó la careta y dejó de emplear las tácticas de Crimea para invadir de forma directa y sin subterfugios Ucrania.

En el inicio del tercer año de la guerra, en este mes número 26, no se vislumbra el final, aunque sí el desastre que este tiempo ha dejado en el país invadido y lo que de carga supone para el mundo en general.

La línea del frente

De hecho, podemos hablar en este momento de una línea de frente estancada desde, prácticamente, otoño de 2022. Tras el impetuoso avance de Rusia en los comienzos de la guerra, Ucrania hizo retroceder a las tropas del Kremlin hasta las posiciones que hoy siguen ocupando ambos bandos en esa zona en la que la diferencia entre noviembre de 2022 y la actualidad de las posiciones sólo se diferencian en que Ucrania ha recuperado terrenos en Járkov y en la zona de Jerson, pero con continuos avances y retrocesos por ambas partes.

En definitiva, se ha producido una situación de estancamiento que da lugar a un frente de batalla de unos 1.000 km de extensión en territorio ucraniano; y esa visión se comparte en fuentes oficiales ucranianas y no oficiales rusas pero proclives a Putin.

Hacia mediados de febrero de 2024 hubo un pequeño triunfo de Rusia en Avdiivka, a sólo 20 kilómetros al noroeste de Donetsk, la ciudad ucraniana ocupada por Rusia desde 2014, en esa frontera bélica, una ciudad que era objeto de lucha continua por Ucrania y que, al menos de momento, abandonan. Esto se ha tomado por Rusia como un gran triunfo.

Podría calificarse como un triunfo pírrico, dadas las pretensiones de Putin en febrero de hace dos años. Un avance como este, mínimo, está lejos de la ambición inicial de Rusia, hace dos años, de tomar Kyiv (Kiev) en tres días, que era la posición defendida entonces.

Hoy, ese frente se ha convertido en una especie de Línea Maginot, ésta “solo” fortificada a base de combatientes y armamento en lugar de construcciones, pero que detiene avances sustanciales por uno y otro bando.

La situación política y económica

Mientras, la política sigue su curso y el desgaste que produce una guerra prolongada en el este de Europa hace mella en las resistencias de los países que apoyan a Ucrania.

Tanto, que el alto comisario para Asuntos Exteriores y de Seguridad Común de la UE, Josep Borrell, lanzó un mensaje en la red X a primeros de año para reavivar la ayuda a Ucrania, señalando que compartía la preocupación por los crecientes ataques aéreos rusos y acordaba la necesidad de mejorar el apoyo militar a Ucrania, incluido con misiles antiaéreos y de largo alcance. Y más recientemente, el 23 de febrero, declaraba que “no hacer nada no es una opción”.

La cuestión es que tanto Europa como Estados Unidos sufren un enorme desgaste con este apoyo, necesario pero extenuante. Los países lo notan en sus presupuestos y los ciudadanos, no solo de Europa sino de todo el mundo, lo notamos en las economías familiares.

En una reciente reunión del Consejo Europeo, la noticia política para el Gobierno ucraniano de que se abría oficialmente el proceso de adhesión –que es complejo y largo– se vio rápidamente eclipsada por el veto húngaro a nuevas ayudas financieras al país; recordemos que Hungría no se ha opuesto oficialmente a Putin en este conflicto.

Sin los 50.000 millones de euros que la Unión Europea iba a mandar a Kiev, está en riesgo el propio Estado porque el Gobierno ucraniano no tiene dinero ni para pagar las pensiones, ni a los combatientes; y cuánto menos para abastecerse para la guerra.

En este último aspecto, Ucrania no tiene capacidades sobrantes para hacer frente a la guerra; ni siquiera a la actual, de frentes fijos. El veto republicano en Estados Unidos ha bloqueado el envío de armas al país.

A eso se une el desabastecimiento de la industria europea y estadounidense, incapaz de suministrar munición a la artillería ucraniana, fundamental en una guerra estática y de desgaste.

Para hacernos una idea, el ejército de Ucrania consume unos 200.000 obuses al mes, lo que supera con creces la capacidad de las industrias de la UER, e incluso de EE. UU.

Cronificación del conflicto

En todo caso, la situación en la guerra, con decenas de miles de muertos y heridos, y millones de desplazados, es de cronificación. Ucrania resiste gracias a los aliados y, si estos retirasen su apoyo, sería su fin.

Rusia, por su parte, no se ve demasiado forzada por las sanciones, su economía ha crecido a pesar de todo y en contra de lo que parecía pensarse hace dos años, y ha dado un salto importante en su capacidad armamentística.

La situación es difícil; hacer un pronóstico es sumamente complicado, pero el mío es que Rusia acabará haciéndose con las posiciones que actualmente ocupa en Ucrania.

Putin reconoce la guerra… y culpa a Occidente –claro–

Dos años y un mes después de la segunda agresión rusa a Ucrania, el Kremlin ha reconocido por primera vez que está en guerra, una guerra de la que responsabiliza a Occidente. Ha empezado a modificar el discurso y se ha olvidado de que está en una “operación militar especial” para hablar de guerra; eso sí, por culpa de Occidente por ayudar a Ucrania y no permitir que su ejército culminara la invasión. Los dictadores tienen estas cosas: la culpa siempre es de los otros.

(*) Alfredo Rodríguez, coordinador académico del Máster Universitario en Estudios de Seguridad Internacional.

  • Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales

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