La profesora Rocío Arana ha presentado su último libro La noche que no existe, en Logroño. Recuperamos la entrevista que le hicimos recientemente para saber más sobre la escritora sevillana, su obra y su fuente de inspiración.
El 28 de abril, la profesora Rocío Arana presentó su libro La noche que no existe en Logroño. Un poemario de lectura rápida que refleja el día a día de esta inquieta y vivaracha sevillana. Hablamos con la profesora de UNIR sobre poemas, inspiración, literatura y ¡el perchero de la oficina!
La noche que no existe es tu sexto libro, ¿qué tiene éste que no tenían los cinco anteriores?
Siempre se piensa que el último es mejor que los anteriores… es más fresco, es reciente y con el tiempo se aprende y se mejora. Este libro es “hermano” del anterior, ambos nacen de mi experiencia en Logroño, y late en ellos una dicotomía entre el día, mi vida cotidiana en la Universidad, con mi familia, con mis compañeros de trabajo…, y el ámbito de la noche, los sueños, el príncipe azul idealizado… creo que este libro ahonda más en este binomio.
¿Por qué has elegido el título de La noche que no existe como título? ¿Es este libro fruto del insomnio o es la noche el momento del día en el que encuentras la inspiración?
Precisamente el título es fruto de esa paradoja. La noche se puede entender como magia, y entonces sí está muy presente en el libro, o como oscuridad. Digamos que en mi vida la noche como tiniebla o tristeza no existe: el día está lleno de personas y experiencias que me hacen feliz, y la noche está llena de sueños que me hacen feliz también. Cuando eres más niña basas tus ilusiones sólo en ese mundo ideal de las fantasías, pero en los poemas lo que intento expresar es que, sin renunciar a eso, cualquier esquina un miércoles, cualquier clase on line, cualquier comida con amigos puede ser pasto para la inspiración poética, y por eso la noche no existe, “ni de noche ni de día”.
Cuando publicaste Mirar el fuego afirmaste que era “desordenado” y escrito a modo de “diario personal”. ¿La noche que no existe sigue la misma línea?
No. Son momentos poéticos diferentes, he madurado. Estos poemas sí siguen un itinerario, aunque también constituyen un diario vital.
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El agua, la luz, el perchero de la oficina de UNIR… ¿La inspiración está en cualquier lugar o hay algo que te inspiré más?
Uno de los “eslóganes de mi vida” es el que dice que lo cotidiano deslumbra, o dicho de otra manera, no hay que esperar al viernes para ser feliz. Nuestra vida debe ser una continua fiesta, o como dice uno de los poemas: “todos los días son mi cumpleaños”. La oficina a veces es trepidante, como la vida, pero luego llegas a casa y te das cuenta de que muchas cosas y sobre todo personas que han pasado por ti durante las últimas veinticuatro horas son pura inspiración… y surge la poesía. Otras veces duermes y brotan sueños mágicos… y al amanecer surge de nuevo la inspiración. El día y la noche son muy diferentes pero ambos inspiran por igual.
De todos los poemas que has escrito en La noche que no existe ¿hay alguno al que le tengas especial cariño?
¡Al planto por el perchero en la oficina! También al primer poema, el único largo, que explica un poco el misterio de la poesía, los sueños imposibles mezclados con ráfagas de cotidianeidad.
En UNIR eres profesora de Didáctica de la Literatura, ¿cuáles crees que son las claves para acercar la literatura a los alumnos de forma didáctica?
Creo que es fundamental hacer ver que la literatura en esencia son historias o emociones contadas con palabras bonitas. Es una definición muy de andar por casa, pero todos los niños pueden ser y son narradores y poetas. El maestro sólo debe sacarlo a la luz. Escuchando Los niños y Jimeno de Cadena 100 te das cuenta de esta verdad tan consoladora. Todos lo llevamos dentro, está tan cerca que da miedo pensar cuánta gente cree que la literatura es algo ajeno a nuestras vidas.
