Román Rodríguez Curbelo
Silvia Lozano, psicóloga y egresada del Máster en Psicología General Sanitaria de UNIR, cuenta su experiencia en la clínica Grupo Laberinto, donde encontró un espacio seguro de aprendizaje, descubrió el cuidado de los profesionales y en el que continúa trabajando.
Silvia Lozano Gómez es psicóloga general sanitaria. Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional de Estudiantes a Distancia (UNED) y Máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), también es especialista en intervención en trauma y EMDR por UNIR.
La vocación de Lozano comenzó durante su adolescencia, cuando comenzó a interesarse por la psique y la conducta de los seres humanos, y por intervenir clínicamente en los llamados trastornos mentales. Más tarde, durante su formación de posgrado en UNIR, comenzó a conocer a docentes, profesionales y directores del Grupo Laberinto, y quedó tan satisfecha que no dudó en escoger a esta clínica como centro de prácticas.
Asistió durante sus prácticas a la primera Cumbre Hispanoamericana de Trauma, Resiliencia y Plenitud, celebrada virtualmente entre el 18 y el 30 de octubre de 2021, que reunió a más de 40 profesionales internacionales de la psicología, la psiquiatría y la psicoterapia. Silvia Lozano recopiló la información más relevante del encuentro en una presentación que compartió con el equipo de prácticas de Grupo Laberinto. “Fue un gran aprendizaje, no solo por los contenidos académicos y científicos sobre el trauma vistos durante la cumbre, sino también a la hora de exponer y de transmitir conocimientos“, añade la psicóloga.
Espacios seguros de aprendizaje
Sus tutoras de entonces, ahora compañeras de trabajo, le enseñaron claves profesionales determinantes en terapia familiar sistémica o en la aplicación de las distintas fases del Eye Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR), entre otras muchas. Pero también interiorizó conocimientos quizá menos evidentes, como la importancia del cuidado de los profesionales. En sus compañeros, sus tutores y los directores y profesionales del centro encontró un cuidado en el trato, apoyo permanente a la exploración, espacios participativos y una buena acogida de sus intervenciones.
“En el grupo Laberinto encontré no solo que se hablaba de apego seguro, sino que es su esencia corporativa y que ofrece a sus estudiantes en prácticas experiencias de seguridad”, asegura Silvia Lozano. “Me ayudaron a ver de cerca el cómo lo hago y a construir mi yo terapeuta desde la identificación con una forma de trabajar. De pronto, todo el contenido teórico cobró sentido“.
Recuerda con especial cariño el vínculo que creó con los compañeros de prácticas y las supervisiones de los casos clínicos con los directores (Ángel Fernández, María Victoria Sánchez y Gonzalo Jiménez) que fueron y siguen siendo para ella un espacio de aprendizaje fundamental. Un último aspecto sobre el que ahora se siente aliviada y afortunada, porque aprovechó la oportunidad de comprobar de cerca cómo es el proceso terapéutico en la práctica clínica del día a día, qué dificultades pueden surgir y cómo se pueden abordar, y a ponerse en la piel del terapeuta: “¿Cómo lo haría yo?”, se preguntaba.
“Desde mi experiencia, se valora la delicadeza con la que afrontamos las particulares historias de los pacientes. Una delicadeza que lleva al propio paciente a ser el centro de la terapia. Creo que también se valora la humildad para reconocer los puntos débiles y mejorarlos en la medida de lo posible. Y también las habilidades de doble escucha, de estar atento a lo que se dice y a lo que no se dice (lo ausente pero implícito), así como la capacidad para ver más allá y generar hipótesis valiosas”, subraya la exestudiante de UNIR.
Su trayectoria tuvo finalmente sus frutos. Colaboró con el centro tras concluir el máster y ejerció con otras clínicas hasta que finalmente regresó a Laberinto. Ahí continúa sin tener dos días iguales: sesiones terapéuticas individuales o grupales con pacientes, gestión de prácticas y acompañamiento a estudiantes, elaboración de informes y anotaciones de cada sesión, revisión de casos, preparación de nuevas sesiones o programación de actividades diversas.
Silvia Lozano recomienda a quienes comienzas sus prácticas curriculares que aprovechen al máximo este periodo, que lo disfruten y que saquen su máximo potencial. “Nunca se sabe lo que puede surgir de esta experiencia“, concluye.
