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¿Qué sucede en nuestro cerebro cuando sufrimos un miedo intenso?

Además de experimentar ciertas respuestas fisiológicas, ante situaciones de estrés y pánico, nuestro cuerpo sufre una serie de procesos neuroendocrinos.

Ante eventos traumáticos se produce una hiperexcitación de la amígdala.

El miedo es una emoción básica y primitiva cuya función es la supervivencia. En principio es una respuesta útil y adaptativa. Sin embargo, un miedo muy intenso o repetido en el tiempo puede provocar cambios en la estructura y funciones del cerebro que pueden devenir en alteraciones físicas y mentales a largo plazo. Las zonas cerebrales responsables del miedo son áreas filogenéticamente muy antiguas, anteriores a áreas desarrolladas más tarde en la evolución del cerebro humano. Son zonas ancestrales porque sustentan funciones básicas para la supervivencia. Este conjunto de estructuras situadas en zonas profundas del cerebro se llama sistema límbico, cuya estructura clave, pequeña y con forma de almendra, es la amígdala.  

La amígdala detecta los estímulos amenazantes y desencadena una serie de respuestas en el organismo.

 

Básicamente, estos son: aumento del ritmo cardíaco y de la frecuencia respiratoria, vasodilatación y/o vasoconstricción de las arterias, dilatación pupilar, sudoración, disminución de la motilidad gastrointestinal, etc.

Todos estos cambios son muy útiles. Pensemos, por ejemplo, que vamos caminando por la noche y vemos a una persona que se acerca para atacarnos. Lo más lógico es que emprendamos la huida. Pues bien, al aumentar el ritmo cardíaco y la frecuencia respiratoria podremos correr más rápido.

También los cambios en el sistema arterial favorecerán el aumento de oxígeno en sangre por lo que tendremos más energía y esta sangre oxigenada se dirigirá a nuestros músculos, la dilatación de las pupilas aumentará nuestro campo de visión o la sudoración hará que aligeremos el peso corporal.

Consecuencias del estrés crónico

Además de estas respuestas fisiológicas, ante situaciones de estrés y miedo, se dan una serie de procesos neuroendocrinos. Por ejemplo, las glándulas suprarrenales segregan adrenalina y cortisol como respuesta normal al estrés, pero si éste es excesivo, se produce un agotamiento del sistema y el cortisol en grandes cantidades resulta tóxico para el cerebro. Este exceso hiperexcita los circuitos primitivos del cerebro e inhibe otros, lo que impide que la persona pueda gobernar el estrés excesivo al que se encuentra sometida.

El estrés crónico produce daños a muchos niveles y se es más susceptible a padecer enfermedades.

 

Algunas consecuencias del miedo o estrés crónico son:

  • Problemas cardíacos como hipertensión arterial, trastornos vasculares y enfermedades cardiovasculares.
  • Alteraciones metabólicas como hiperglucemia.
  • Problemas reproductivos por inhibición hormonal que provocan amenorrea en mujeres o impotencia en hombres.
  • Alteraciones del sistema inmune suprimiendo su actividad e incrementando la vulnerabilidad a enfermedades.
  • Alteraciones cognitivas y emocionales por el exceso de cortisol, depresión por disfunción serotoninérgica, pérdida de sensación de control, irritabilidad, ansiedad y conductas adictivas por ejemplo alcoholismo.

cortisol

Estrés Postraumático

Uno de los trastornos más conocidos relacionados con el miedo es el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Veamos cuál es su explicación desde el punto de vista neurobiológico.

Si volvemos al sistema límbico, podemos hablar de dos áreas, una porción anterior más relacionada con las emociones donde está la amígdala, y otra más relaciona con la cognición, representada por el hipocampo, estructura muy importante para la memoria.

Ante cualquier suceso que nos ocurre, vamos a integrar su información contextual por un lado (de lo que se ocupa hipocampo) y su significación emocional por otro (tarea de la amígdala).

Cuando un evento es vivido como traumático se produce entre otros fenómenos, una hiperexcitación de la amígdala y una hipoactivación del hipocampo.

 

Se graban y se recuerdan por tanto más los aspectos emocionales que los contextuales y neutros desde el punto de vista emocional.

Esta es la base del TEPT que ocurre a algunas personas que experimentan o ven un hecho traumático o viven situaciones repetidas de miedo intenso (un desastre natural, un accidente de tráfico, una agresión sexual o una guerra) y cuyos síntomas son:

  • Revivir el hecho traumático (pensamientos intrusivos, flashbacks o pesadillas).
  • Evitar situaciones o personas que recuerden el hecho traumático.
  • Hipervigilancia e hiperreactividad.
  • Alteraciones cognitivas y del estado de ánimo (falta de concentración, ansiedad, culpa, depresión, etc.).

Resulta muy interesante que, en estudios donde se ha llevado a cabo un tratamiento psicoterapéutico en estas personas y una vez recuperadas, se ha podido observar a través de técnicas de neuroimagen, que se ha producido un restablecimiento de este patrón anómalo de activación, donde se hipoactiva la amígdala que estaba hiperexcitada y se activan zonas del hipocampo y de la corteza prefrontal que estaban hipoactivas.

Para obtener un mayor conocimiento sobre la respuesta al estrés y miedo intenso y cómo afecta al funcionamiento del cerebro, puedes cursar el Máster en Neuropsicología Clínica de UNIR.

Dra. Raquel Balmaseda

Directora del Máster Oficial Universitario en Neuropsicología Clínica de UNIR

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