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Cómo las ilustraciones, además de ser arte, ayudan a comprender la ciencia

Martín Caeiro y Antonia Muñiz, del grupo de investigación Teseracto de UNIR, publican un artículo donde promueven la importancia de inculcar esta enseñanza en el contexto educativo preuniversitario

El genial e inconmensurable Leonardo Da Vinci sentó cátedra, por supuesto, pero los no tan archifamosos Hans Weiditz (artista e ilustrador), Pierre-Joseph Redouté (pintor), Georg Diary Ehret (artista botánico y entomólogo) y Ernst Haeckel (filósofo y biólogo) fueron algunos de los ‘culpables’ de que reinos completos de minerales, animales o vegetales quedaran retratados durante siglos para alegría de los naturalistas. Verdaderos grabados y dibujos que captaban la complejidad de estos elementos puesto que sus autores, gracias a sus conocimientos, comprendían la necesidad científica de captar todos los detalles con precisión.

Tanto es así que el propio Charles Darwin diseñó en su mente la evolución de las especies. Para ello, fue capaz de visualizarlas a través del tiempo, aunando la estética de las formas, los procesos de plasticidad anatómica, las afinidades orgánicas y las semejanzas visuales presentes en las diferentes especies.

Dos mundos en apariencia opuestos pero que están más cerca de lo que parece y comparten muchas más cosas de las que podamos pensar. Y uno de esos nexos de unión son las ilustraciones, presentes en diversos contextos artísticos y científicos en forma de esquemas, dibujos, grabados, pinturas o fotografías. Históricamente, han acompañado a textos científicos representando en lenguaje visual fenómenos tan complejos como la relatividad, una neurona, el ADN o, incluso, la dimensión del tiempo.

Y es precisamente esta idea la que subyace en La cognición expresiva como experiencia de relación del arte y la ciencia en la educación preuniversitaria. El artículo que recientemente han visto publicado en Artnodes, la revista de Arte, Ciencia y Tecnología de la UOC, Martín Caeiro y María Antonia Muñiz. Docentes ambos de UNIR, forman también parte del grupo de investigación Teseracto. En el texto, ambos reflexionan sobre la cognición expresiva, en la que ciencia y arte convergen, y promueven la necesidad de introducir en el contexto educativo preuniversitario espacios de aprendizaje y experiencias para que los alumnos adquieran consciencia de que la creación de imágenes u objetivos facilita la comprensión de fenómenos científicos.

Cognición expresiva

“Existe un pensamiento y conocimiento sensible tanto visual como plástico que se significa a través de imágenes y objetos diversos, que podemos disfrutar y experimentar en exposiciones y museos de ciencia o arte y se practica en ambos contextos” introduce el director del Departamento de Artes Plásticas y Visuales. Y es ahí donde sitúan la cognición expresiva (visual y plástica), “un modo de conocer y pensar a través de imágenes y objetos, en los cuales se produce lo que Jean Piaget identificó como “representación cognoscitiva” y que podemos encontrar en el arte y la ciencia”, añade.

Es necesario enseñar no solo a pensar alfabética y numéricamente, sino a pensar artísticamente el mundo y sus fenómenos, a representar de forma icónica y abstracta las ideas desde proyectos que integren necesidades científicas con posibilidades artísticas”, ahondan ambos. Como ejemplo de esta combinación, Alberto Durero, cuyo dominio de la tridimensionalidad resultaría esencial para el avance en la comprensión de la embriología. La teoría de la relatividad de Einstein, el cubismo de Picasso y el avance en la Neurología gracias a los conocimientos y los dibujos de Ramón y Cajal son otras muestras de las bondades de dicha simbiosis.

Toda una complementación de lenguajes artísticos y científicos que, cuanto antes comience su formación, mejor, puesto que la plasticidad cerebral de los primeros años es más intensa, además de ser cuando se configuran arquitecturas cerebrales que nos acompañarán durante nuestra vida y condicionarán capacidades o incrementarán aptitudes.

La importancia de una educación temprana

Argumentos de peso para que Caeiro y Muñiz aboguen por esa educación temprana, con proyectos adecuados a “cada etapa, propósito y tema, que enlacen las necesidades del conocer científico con las posibilidades del saber artístico” y con expertos en “técnicas de creación artística o en la comprensión de que la ciencia comparte numerosos procesos y modos de hacer con el arte”.

Situación por ahora aún lejana, ya que, según declaran ambos, en Educación Primaria o Secundaria, cuando se trabaja la ilustración “suele considerarse un medio útil para expresar relatos, poner imágenes a textos y narrativas orales; lo cual es insuficiente en el contexto de la sociedad del conocimiento”.

“Necesitamos una nueva generación de niños capaces de crear imágenes cognitivas, ilustrar estéticamente lo inconcebible, construir plásticamente lo que viene, expresar cognitivamente el futuro… Y todo ello requiere una formación dirigida, que les ayude a interpretar, desarrollar visiones teóricas y estéticas innovadoras”, advierten antes de lanzar un interesante interrogante. “¿Qué niño actual es capaz de representar o comprender la representación del tiempo, de interpretar un cuadro cubista o un diagrama de un nervio óptico? Pues llevamos más de cien años haciéndolo”.

 

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