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“La pandemia nos ha enseñado que todos los seres humanos estamos en el mismo barco”, afirma Adela Cortina en UNIR

Además, el filósofo Javier Gomá, el escritor Álvaro Delgado Gal y el jurista Benigno Blanco debatieron sobre ética cosmopolita en el Seminario ‘Pensar el Siglo XXI’ organizado por el Consejo Social de UNIR.

Logroño-Madrid, 20 de octubre de 2021.-

“La pandemia nos ha enseñado que somos interdependientes, los países y las personas, y que todos los seres humanos estamos en el mismo barco”, ha afirmado hoy la catedrática de Ética Adela Cortina, en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

La filósofa ha participado en la sesión ‘Ética y política cosmopolitas’ del seminario ‘Pensar el siglo XXI’, dirigido por el catedrático emérito de Sociología Emilio Lamo de Espinosa, y organizado por el Consejo Social de UNIR, que preside el exministro Jordi Sevilla.

Intervinieron además el filósofo Javier Gomá, director de la Fundación Juan March; el escritor Álvaro Delgado Gal, director de Revista de Libros; y el abogado Benigno Blanco, socio del bufete Iuris Family Office.

Ante la pregunta ¿es posible una ética cosmopolita en un mundo globalizado? Adela Cortina señaló que hay “una cantidad de mimbres que permiten construir una sociedad cosmopolita”, pese a la “incertidumbre ante la globalización, el debilitamiento de la democracia y el aumento del autocratismo”.

Esos mimbres son, entre otros, “la apertura a la hospitalidad, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, constituciones cosmopolitas, o el diálogo intercultural”.

La base de todo ello es “la dignidad de la persona” y cabe el entendimiento para resolver los problemas, a través “del derecho y la política”. Para la tradición cosmopolita -explicó Cortina- “toda persona pertenece a la comunidad donde nace, y esa le da una identidad política; y a otra comunidad de todos los seres humanos y eso le da una identidad moral”.

De suerte que todos los seres humanos, “dotados de razón y emociones, son ciudadanos del mundo”.

Esto significa, continuó la filósofa, que “todo ser humano es un interlocutor válido de alguna manera; con todos es posible entenderse”. Y esa debería ser “la gran propuesta de la Unión Europea, de EE.UU. y de Iberoamérica”. En tanto que “no llevar adelante una sociedad cosmopolita sería un auténtico retroceso”.

El cosmopolitismo, que según Cortina se ha visto reforzado en los últimos años, tiene pretensión de arraigo, “preocupándose por el entorno, pero con una mirada que trasciende todas las fronteras”.

Sentido de pertenencia

Javier Gomá, por su parte, coincidió con Cortina, al asegurar que “la pandemia, que ha convulsionado por primera vez a toda la humanidad al mismo tiempo, supondrá un aprendizaje”. Y añadió: “Vernos en peligro acentúa el sentido de pertenencia a la misma especie. Y eso acelerará el cosmopolitismo”.

Considera Gomá que hay una “imparable onda de cosmopolitismo” y que el mundo dentro de cien años será más cosmopolita, sobre la base de que “solo existe una raza: la humana; y un solo principio: la dignidad”.

Recordó que “la dignidad reside en los individuos, no en el todo”, como se sostenía en la Antigüedad; y que “la dignidad es lo que resiste. A las causas malas (a la tiranía, etc.) y a las buenas. Es lo que resiste en el individuo”.

Señaló, por último, el filósofo que Occidente ha sido motor del cosmopolitismo, al haber aportado “el Estado de Derecho, el mercado, la democracia, los derechos humanos, la paz, etc.”. De suerte que ahora que Europa entra en declive “conquista el globo, no por las armas, sino por la evidencia de la excelencia”.

Más escéptico se mostró Álvaro Delgado Gal. “Aunque no niego que estemos mejor que en el pasado”, afirmó, “no observo una evolución civilizatoria convincente. Aprecio una banalización de la moral y una brutalización de los instrumentos del pensar y sentir”.

Valores universalizables

Finalmente, el jurista Benigno Blanco indicó factores de incertidumbre sobre el cosmopolitismo. Señaló “la interpretación arbitraria de la Declaración de los Derechos Humanos, los intervencionismos estatales, o las amenazas que para la dignidad humana” suponen cruzar determinadas “fronteras de la biotecnología”.

Y agregó que Occidente “no debe olvidar sus raíces”, en todo lo referente a “la igualdad del hombre y la mujer, la forma de defender la libertad con el Estado de derecho, la herencia de la razón griega y el sentido de la justicia romanos”. Todo ello son “valores universalizables”.

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