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Los neuromitos: 12 falsas verdades en Educación

Los neuromitos en educación pueden generar prácticas pedagógicas ineficaces. Conocerlos permite tomar decisiones fundamentadas, mejorando el aprendizaje y la calidad educativa.

Los neuromitos en educación hacen más daño de lo que pensamos. Por eso se han convertido en un motivo de preocupación de cada vez más docentes que trabajan para desterrarlos. ¿Y qué son los neuromitos? Son afirmaciones sobre el cerebro y su funcionamiento, que surgen de malas interpretaciones de los resultados científicos de la neurociencia.

Los neuromitos son tan populares en las aulas como contagiosos. Dadas sus características, en muchas ocasiones se integran fácilmente en el pensamiento de los docentes.

“¿Los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo tienen funciones radicalmente opuestas? ¿Una obra de Mozart mejora la capacidad de atención de nuestros hijos?”

¿Quién no ha leído alguna vez que usamos solo el 10% de nuestro cerebro, que escuchar a Mozart mejora la capacidad de atención o que los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo tienen funciones radicalmente opuestas?

Afortunadamente, también existen científicos y educadores que investigan el cerebro con sumo rigor. Como bien indica Aitor Álvarez, director académico del Máster Oficial en Neuropsicología online de UNIR, hoy en día existe una “fiebre saludable” por la neurociencia, que viene ganando terreno desde hace años. Sin embargo, también crecen algunas distorsiones.

UNIR, la Universidad en Internet, organizó recientemente una Openclass para abordar el tema de los neuromitos en la educación. Luis Miguel García Moreno, profesor titular del departamento de Metodología de la Ciencias del Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), explicó cómo desterrar los neuromitos y evitar que se contagien de generación en generación. Sobre todo en el ámbito educativo, donde estas creencias erróneas tienen mucho arraigo, siendo los más extendidos los siguientes:

Neuromito 1: Usamos apenas el 10 % del cerebro

“La naturaleza es sabia. ¿Crearía un órgano que pesa aproximadamente kilo y medio solo para tenerlo casi de adorno en la cabeza? Utilizamos el 100 por cien del cerebro. Otra cosa es que unos lo utilicen mejor que otros”, indicó García Moreno.

Neuromito 2: El hemisferio izquierdo y el derecho, cada uno ‘a lo suyo’

Siempre se ha dicho que el hemisferio izquierdo del cerebro es el lógico analítico, y que el derecho es holístico, intuitivo, creativo y ‘global’.  Hay “argumentos contundentes” para cuestionar esta afirmación, según el experto. Ambos hemisferios están conectados por cientos de miles de axones (que son las prolongaciones que comunican las neuronas entre sí).

El cerebro, entonces, trabaja de manera integrada. Sí es verdad que, en algunos procesos, hay cierta predominancia de uno de los hemisferios sobre el otro. “Pero no es tan categórica como para considerar que cada hemisferio tiene atribuciones totalmente distintas a las del otro”, afirmó.

Neuromito 3: Hay ‘solo’ un hemisferio cerebral que controla el lenguaje

No. Hay muchos circuitos cerebrales que participan en el lenguaje. “Al fin y al cabo, cuando escuchamos una palabra en el oído izquierdo o en el derecho, se ‘procesan’ en el hemisferio contrario. No hay solo un hemisferio para el lenguaje. Hay uno que trabaja un poco más y otro un poco menos”, explicó el profesor de la UCM.

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Neuromito 4: Hay alumnos de ‘hemisferio izquierdo’ y otros de ‘derecho’

Falso. Es un planteamiento erróneo. Aprendemos con todo el cerebro. La capacidad de aprender de cada persona está relacionada con las redes neurales. En el momento en que se conectan dos neuronas entre sí, ya hay posibilidad de aprendizaje. “Esa posibilidad se distribuye por todo el cerebro. Un alumno no utiliza más un hemisferio cerebral que otro para aprender, siempre que no padezca una lesión cerebral o alteración estructural”, indicó.

Neuromito 5: El ‘efecto Mozart’ mejora la atención

“Eso llegó a estar de moda. Alguien publicó una vez un estudio asegurando que si poníamos una sonata concreta de Mozart a nuestros hijos, mejoraba su atención”, recordó el académico de la UCM. El efecto es el mismo que el rock.

Escuchar música provoca un efecto atencional positivo. “Incrementa la atención y la concentración. Son dos cualidades fundamentales para resolver una tarea. Pero tiene una duración muy breve, de apenas unos minutos”.

Neuromito 6: La importancia de los 3 primeros años para el aprendizaje

Cada región, cada circuito del cerebro, tiene sus propias etapas. Tomando el desarrollo de este órgano de un modo global, sí es cierto que hay períodos más acelerados de aprendizaje. “El potencial de aprendizaje es algo mayor para determinados procesos y actividades. Pero esto no es matemático. No existe un calendario concreto para decir: ‘de 0 a 3 años, esto; de tres a seis, esto otro’. Cuando hablamos de neuroeducación no debemos hablar de los primeros tres años de vida, sino de todo el ciclo vital”, manifestó el especialista.

Otros neuromitos habituales

Neuromito 7: Estilos de aprendizaje

En este caso el mito se construye sobre una teoría planteada en 1975 por el bioquímico Frederic Vester. Este científico afirmaba que cada estudiante tiene una predisposición biológica —asociada a un mayor desarrollo en una determinada zona del cerebro— para aprender mejor a través de un sentido en específico como la vista, el tacto o el oído.

​Esta afirmación desencadenó la adopción de estilos de aprendizaje específicos para aquellos estudiantes que fueran ‘visuales’, ‘auditivos’ y ‘táctiles’ (o ‘kinestésicos’). 

Sin embargo, dicha creencia no se basa en ninguna evidencia sólida y, además, la percepción del mundo por parte de nuestro cerebro es polisensorial, con lo que la  aplicación de estos métodos selectivos podría influir en el desarrollo cognitivo de los niños.

Neuromito 8: El azúcar causa disminución en la atención

Este otro mito, respaldado por muchos docentes y padres, considera que los alumnos que consumen bebidas y alimentos demasiado azucarados pierden su nivel de atención, llegando a sufrir de hiperactividad. 

Si bien un alto consumo de azúcar puede ser perjudicial, en términos de rendimiento intelectual no existe justificación para este mito, que tiene su origen en las investigaciones iniciales sobre consumo de azúcar y el Trastorno por Déficit de Atención (TDAH).

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Neuromito 9: El cerebro se encoge por falta de agua

Otro neuromito muy extendido tiene que ver con la creencia de que no consumir, como mínimo ocho vasos de agua diariamente, puede llegar a encoger el cerebro y por ende a empeorar el rendimiento.

Nuevamente esta creencia es falsa ya que no existe una relación directa entre ambas aspectos, además el agua ingerida diariamente se complementa con la que contienen los alimentos. Y, por otra parte, un consumo excesivo de agua puede provocar una hiperhidratación con consecuencias negativas.. 

Neuromito 10: El ejercicio mejora la comunicación interhemisférica

Está claro que realizar ejercicio puede resultar beneficioso para el cuerpo y también para el cerebro, pero no hay evidencia de que hacer ejercicio permita mejorar la comunicación entre ambos hemisferios cerebrales.

Neuromito 11: Las personas aprenden mientras duermen

Si lo que se espera es ponerse unos cascos durante la noche y al día siguiente despertarse habiendo aprendido por ejemplo un nuevo idioma, esto no va a suceder, por lo cual el mito de aprender mientras se duerme es otra falsa creencia. 

Lo que sí se puede esperar, mientras se duerme, es estimular la memoria y afianzar lo aprendido durante el día de manera consciente ya que por la noche el cerebro se dedica a procesar y consolidar los recuerdos.

Neuromito 12: Cuanto más grande es el cerebro, más inteligente se es

Otra afirmación sin fundamento está relacionada con el tamaño del cerebro, el cual nada tiene que ver con la inteligencia, ya que lo que realmente importa son las conexiones neuronales. 

Por ejemplo, una vaca tiene el cerebro mucho más grande que un chimpancé, sin embargo indiscutiblemente esta posee un menor grado de inteligencia. 

Tradicionalmente se solía relacionar este mito con una cuestión de discriminación de género ya que por su anatomía las mujeres tienen un cerebro más pequeño que los hombres.

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Difíciles de desmontar

García Moreno dejó bien claro que los neuromitos “pueden surgir de malas interpretaciones de investigaciones en el campo de las neurociencias”, pero no siempre sus planteamientos son falsos en su totalidad. También muestran medias o ‘semi’ verdades. “Esos son los más complejos de desmontar”, comentó.

“En muchos casos, los neuromitos se sostienen sobre una base cierta, que puede distorsionarse, adornarse, tergiversarse o reinterpretarse.”

En infinidad de casos se trata de simplificaciones o malas ‘lecturas’ de resultados y evidencias científicas. Se sostienen sobre una base cierta, que puede distorsionarse, adornarse, tergiversarse, reinterpretarse… El hecho de que un neuromito presente algún resquicio de verosimilitud es lo que hace que sea más difícil de erradicar. En la neuromitología, no todo es blanco o negro”, aseguró el experto.

García Moreno y Álvarez coincidieron en que los docentes “a pie de obra” son los más expuestos a los neuromitos. “En su afán de aplicar, por ejemplo, un programa educativo para el lenguaje, el docente escucha el término ‘neurociencia’ y lo ve atractivo. El problema es que ese profesor no tiene la formación necesaria que le permita discernir entre lo falso y lo verdadero. Por eso es tan importante la capacitación en este terreno”, dijo este último.

“Necesitamos establecer puentes entre el neurocientífico y el educador, en una relación bidireccional. Estaríamos hablando de una disciplina convergente para resolver problemas de aprendizaje en el aula”, finalizaron los académicos.

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