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Síntomas y tratamiento del trastorno disocial

El trastorno disocial suele aparecer en la infancia y está asociado con un mal comportamiento por parte del niño, con conductas agresivas o disruptivas.

Pareja e hijo en consulta para tratamiento del trastorno disocial.

El trastorno disocial, o trastorno de la conducta, es un patrón de mal comportamiento, en el que un menor quebranta leyes, coge cosas sin permiso, miente de manera repetitiva y viola los derechos fundamentales de los demás.

La herencia genética y el entorno influyen en el desarrollo de este trastorno durante la infancia. A menudo, los padres del niño sufren también algún trastorno de salud mental, aunque no es siempre el caso.

El niño con un trastorno disocial experimenta deterioros significativos en ámbitos como el social o el escolar. Actúan de forma egoísta, sin pensar en las consecuencias de sus actos y de manera impulsiva. Asimismo, tienen poca empatía, se muestran insensibles a los sentimientos de los demás e ignoran sus derechos. Al no pasar desapercibidos, sus actos desencadenan problemas de socialización, escolares y ante la justicia.

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM V), los síntomas que engloba el trastorno disocial son:

  • Resultan ser personas egoístas.
  • Mienten, roban, violan gravemente las normas y no tienen sentido de culpabilidad.
  • Les cuesta relacionarse con los demás, dado que son insensibles a los sentimientos y al bienestar de los demás.
  • Pueden dañar bienes y ser crueles con los animales.
  • Interpretan erróneamente el comportamiento ajeno como una amenaza y reaccionan de manera violenta, con acciones intimidatorias, agresivas y peleas.
  • Faltan a la escuela o se escapan de casa.
  • A menudo consumen drogas.

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Tratamiento del trastorno disocial

El trastorno disocial puede ser difícil de tratar, ya que quienes lo sufren no son conscientes de que su comportamiento es erróneo. Por tanto, el tratamiento en casos más severos consiste en apartarles del ambiente problemático y proporcionarles un ambiente más estructurado, como un centro de reeducación o de salud.

La psicoterapia realizada por un psicólogo formado con un Master en psicoterapia, como el tratamiento cognitivo conductual, resulta fundamental para mejorar la autoestima y el autocontrol, ya que le dota de las habilidades necesarias para mejorar su comportamiento. A la vez, se le entrena en habilidades sociales, de comunicación y de resolución de problemas, y se le enseñan maneras positivas de relacionarse y conductas alternativas a las generadas por el trastorno.

También puede ser útil la psicoeducación para los padres y el entorno, donde se enseñan pautas de actuación y ciertas cuestiones sobre el trastorno.

Los principales objetivos de las psicoterapias son:

  • Prevenir conductas de riesgo y comportamientos problemáticos.
  • Trabajar la autorregulación emocional.
  • Establecer límites y normas de actuación.
  • Comprender aspectos subyacentes del trastorno.

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La relación del trastorno disocial con otros trastornos

A menudo, se confunde el trastorno disocial con el trastorno de personalidad antisocial, ya que los criterios diagnósticos son bastante similares. Una de las diferencias que sí existen es la edad de inicio, puesto que el trastorno de personalidad antisocial requiere que la persona tenga la personalidad formada, por lo tanto se diagnostica en personas adultas. De todos modos, cabe señalar que, en muchas ocasiones, el trastorno disocial puede convertirse en la adultez en un trastorno de personalidad antisocial.

Asimismo, este trastorno también se asimila y puede confundirse con el trastorno negativista desafiante, ya que se caracteriza por un patrón repetitivo de conductas negativas, desafiantes y desobedientes, normalmente, hacia figuras de autoridad. El trastorno disocial difiere del negativista desafiante en que, en el primero, los niños son más violentos y agresivos, y su conducta es hacia cualquier persona, objeto o animal. Además, no sienten culpabilidad si hacen algo grave, al contrario de quien padece un trastorno negativista desafiante.

En cuanto a su relación con el TDAH, algunos síntomas son parecidos, como las conductas agresivas o delictivas, las cuales suponen graves problemas para ellos y para su entorno. Cuando la conducta se vuelve más disruptiva y afecta en gran medida a su civismo y sus relaciones sociales, habría que valorar si existe comorbilidad con un trastorno disocial o de TDAH.

En conclusión, existen diferentes terapias psicológicas para tratar el trastorno disocial, como la terapia cognitivo conductual y la psicoeducación del entorno. Ahora bien, en casos muy extremos o donde el trastorno disocial coexista con otros trastornos, como el TDAH o la depresión, es necesario recurrir al tratamiento farmacológico para abordar los síntomas asociados. Esto permitirá reducirlo y, al mismo tiempo, se podrá aplicar una terapia psicológica con menos dificultad.

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