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Olivia, la maestra aborigen colombiana que caminaba tres días para ver las clases de UNIR

Vive en un resguardo indígena del departamento de Antioquia y enseña a niños y adultos de caseríos situados entre montañas. Acaba de graduarse en un máster de UNIR. Esta es su historia de superación.

olivia

Esta es la historia de una meta, un sueño, y un esfuerzo conmovedor para superar el desafío propuesto. Olivia Bailarín Domico ha protagonizado una epopeya de autosuperación que es motivo de orgullo y aplausos allá donde se conoce.

Olivia ya forma parte de la familia Alumni de UNIR. Acaba de graduarse -con un desempeño notable- en el Máster de Educación Inclusiva e Intercultural de esta Universidad. Pero su logro se potencia aún más al conocer las características y el camino que ha ido transitando hasta realizar la defensa de su Trabajo de Fin de Máster (TFM).

Cada dos o tres semanas, ella emprendía una caminata ¡de tres días! para llegar hasta el centro donde miraba las clases online y en diferido de UNIR. Allí también recibía material didáctico y resolvía las dudas para su formación. Y así perseveró en sus estudios durante el año que duró el máster.

Olivia es una referente educativa de la comunidad aborigen Amparradó Alto, asentada en el resguardo indígena de Chaquenodá, perteneciente al corregimiento (circunscripción) de La Blanquita, en el departamento de Antioquia, Colombia.

Vive en un caserío junto a su núcleo familiar y otros más, integrados por medio centenar de personas, que está situado entre montañas. El único paraje más cercano desde donde reside, que cuenta con ‘chivas’ o ‘escaleras’ (pequeños autobuses típicos colombianos) es La Blanquita Murri. Para llegar hasta allí la única forma de hacerlo era andar y atravesar montes, malezas y senderos perdidos.

Primero, a pie, y después, en ‘chiva’

Esta docente lo hizo desde octubre de 2018 hasta el pasado mes, cuando se graduó en su máster. Hasta llegar los viernes al municipio de Frontino, donde se encuentra el Centro de Servicio Universitario (CSU) Almamatter, adherido a UNIR, en el que descargaba las clases y recogía material didáctico, partía 72 horas antes desde Chequenodá, a pie, cargada con su mochila con unas mudas de ropa, víveres básicos, y una enorme ilusión. Atravesaba senderos de montaña y dormía otras dos noches en refugios y caseríos. Su primer destino ‘estratégico’ era el poblado de La Blanquita Murri. Desde allí cogía la ‘chiva’, que en siete horas la dejaba finalmente en Frontino, situado a cuatro horas de distancia de Medellín.

alumna-colombia

Par ir al centro educativo y volver a su casa, el sacrificio de Olivia fue titánico. Conoció UNIR tras visitar una vez el CSU de Frontino. Los asesores del lugar le hablaron sobre la metodología de estudios de la Universidad.  Y ella, que está a punto de cumplir 40 años, al principio sintió resquemor (debido a la falta de medios tecnológicos que poseía). Después, intriga, y finalmente, valentía… y mucho coraje.

Aceptó un reto que no era nada sencillo, porque -además de las distancias y características propias de su caso- ella no domina con total fluidez el castellano, aunque sí se defiende. Habla el dialecto indígena ‘Emberá’. Así y todo, sus ganas de progresar formativamente para mejorar la enseñanza que realiza a niños y adultos de los refugios indígenas que rodean Chaquenodá, en las montañas de Antioquia, pudo más.

Animó a otras cinco personas

Y no hizo solo eso… Olivia animó a otras cinco personas de su resguardo aborigen a que la acompañaran en su maravillosa odisea. “De viernes a domingo, en Frontino, descargaba las clases en una tableta que le dieron, recibía material didáctico, asesoramiento, y después regresaba a su casa. Nos dijo que quería mejorar y actualizar sus conocimientos para educar a los integrantes de las colectividades aborígenes. Ese fue el motivo por el que se matriculó”, comenta Roberto Recio, del Departamento de Desarrollo Internacional de UNIR.

Fue conociendo a Olivia a lo largo de meses y se quedó encantado por su responsabilidad, calidez, y ganas de aprender durante todo su aprendizaje. Eso, sin que ella descuidase en absoluto su rol familiar (nunca dejó de atender con esmero a sus hijos y a su compañero), y su papel clave de referente educativa en el entorno de Chaquenodá.

La primera vez que Roberto la vio fue hace más de un año, en el taller de ‘Introducción a la investigación para la Presentación de un TFM’.  Le sorprendió su curiosidad por todo lo que tenía que ver con el modelo de enseñanza de UNIR. Además, estaba asombrada por el hecho de que una universidad europea llegara hasta aquel municipio alejado de Antioquia, según confesó. Preguntaba además aspectos de la cultura mediterránea, y cómo es nuestro estilo de vida en España.

Amable, agradecida, y muy dispuesta al estudio

Recio después viajó en cuatro ocasiones más a Frontino a lo largo de este año, y pudo conocer de primera mano cómo iba evolucionando Olivia en su aprendizaje y con la metodología educativa de UNIR. Ella se desplazaba también hasta allí para cursar sus exámenes presenciales. Cada vez que se veían, manifestaba que estaba progresando mucho en su adaptación a la plataforma de enseñanza de UNIR. También decía que le gustaba porque le permitía adaptar los ritmos de estudios a sus obligaciones y necesidades.

Él quedó encantado por la forma de ser y las características de Olivia como alumna: “Es una mujer muy servicial, amable, agradecida, y muy dispuesta al estudio. Ha tenido un desempeño brillante durante el Máster y se ha adaptado muy bien a la tecnología”, advierte.

Defensa del TFM

En noviembre pasado, Olivia y él se emocionaron juntos, cuando la docente defendió “de manera notable” su TFM. Como agradecimiento, Bailarín Domico, la mujer que recorre aldeas indígenas perdidas entre las montañas de Antioquia para llevar la enseñanza a sus pares indígenas, le agasajó con una ofrenda aborigen. A Roberto le colocó un collar artesano, elaborado por su propia colectividad.

Juntos celebraron este gran triunfo de alguien que sintetiza como pocos la filosofía de alumnos de UNIR: esfuerzo, sacrificio y retos para superarse día a día y progresar. Antes de despedirse como flamante graduada del Máster en Educación Inclusiva e Intercultural, Olivia dijo -en tono suave, y con alguna palabra que entremezcló en ‘Emberá’ a su esfuerzo por hablar castellano-: “UNIR ha hecho por mí lo que casi nadie en el mundo. Me acercó la Educación, y de este modo, a través mío, la acercará a mi gente”. Y sus palabras quedaron flotando en el aire, como una lección de vida magistral.

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