Manuel Sánchez Moreno
Es uno de los principales aportes del feminismo en relación a la lucha contra la pobreza y a la sostenibilidad ambiental. Un movimiento que está ampliamente avalado por Naciones Unidas, la Comisión Europea y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

El feminismo es un movimiento social, político y cultural que busca la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y varones. No se trata de la superioridad de las mujeres sobre los varones, sino de corregir las desigualdades históricas y estructurales que han afectado a las mujeres en distintos ámbitos: legal, laboral, educativo, social, político, etc. De este modo, trabajar con un enfoque feminista implica trabajar por el avance de toda la humanidad, sin detrimento de los varones, como señala la Agencia de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, también conocida como ONU Mujeres.
En este sentido hablamos de feminización de la pobreza, término acuñado por Diane Pearce que se refiere a la creciente proporción de mujeres y niñas que viven en la pobreza a nivel mundial, y a que su pobreza es más profunda y va en aumento, particularmente cuando hay una crisis nacional o internacional.
Uno de los principales aportes del feminismo en relación a la lucha contra la pobreza y a la sostenibilidad ambiental, como se ve en varias asignaturas del Máster Universitario en Cooperación Internacional al Desarrollo: Gestión y Dirección de Proyectos de UNIR es el ecofemismo, ampliamente avalado por múltiples programas de Naciones Unidas, la Comisión Europea y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Trabajar con un enfoque ecofeminista implica señalar la conexión profunda que hay entre la opresión de las mujeres y la explotación de la naturaleza. Término acuñado por Françoise d’Eaubonne, señala paralelismos entre el dominio heterocispatriarcal sobre las mujeres y otras identidades afectivo-sexuales y el dominio humano (particularmente masculino) sobre el medio ambiente. Este trabajo ha sido ámpliamente desarrolado por referentes de la altura de Vandana Shiva, Alicia Puleo, Carolyn Merchant, Yayo Herrero o Adriana Guzman Arroyo.
Algunas ideas clave del ecofeminismo son:
- Crítica al patriarcado: el ecofeminismo sostiene que el sistema patriarcal ha promovido tanto la subordinación de las mujeres como la destrucción del planeta. La lógica de dominación —que pone al varón por encima de la mujer y a la cultura por encima de la naturaleza— es vista como raíz común de ambas problemáticas.
- Interconexión entre opresiones: así como el feminismo denuncia la desigualdad de género, el ecofeminismo amplía esa crítica incluyendo el maltrato hacia animales, plantas, ecosistemas y comunidades marginadas y discriminadas.
- Revalorización de lo femenino y lo natural: algunas corrientes ecofeministas promueven una visión positiva de los vínculos entre las mujeres y la naturaleza desde el punto de vista de una economía de los cuidados, incluyendo en este sentido cosmovisiones indígenas.
- Prácticas sostenibles y justicia social: el ecofeminismo no es solo una teoría, también inspira prácticas como la agricultura ecológica, el activismo climático con perspectiva de género, y formas comunitarias, equitativas y no jerárquicas de organización.
Una hoja de ruta para tener en cuenta el ecofeminismo en proyectos de cooperación internacional para el desarrollo sostenible, en un marco de derechos humanos es:
– A nivel personal e interpersonal:
- Trabajo en pro de actitudes y roles equitativos y sustentables de reproducción social (y biológica).
- Empoderamiento y autoestima equilibradas entre mujeres y varones.
- Trabajo en torno al género, la afectividad y sexualidad.
- Diversidad sexual y genérica.
- Lenguajes y gramáticas no sexistas.
- Reconocimiento de emociones y sentimientos, especialmente los varones.
– A nivel microsocial:
- Empoderamiento y autoestima grupal.
- Reconocimiento, reparto equitativo y negociado de todo el trabajo (finca, hogar, cuidados, etc.).
- Acceso igualitario de los varones a lo doméstico y a los cuidados.
- Estrategias de cooperación y participación no sexistas que impliquen la toma de decisión en horizontal.
- Espacios comunitarios que acompañen a la igualdad de género y la diversidad sexual.
- Espacios de mujeres y varones (propios y compartidos) para analizar y repensar desde un enfoque feminista.
– Sistemas agroalimentarios alternativos:
- Economías locales.
- Modelos económicos no androcéntricos y articulados en base al cuidado.
- Valoración y articulación del trabajo doméstico en las cadenas alimentarias.
- Enfoque general de necesidades básicas desde la sustentabilidad extensa.
- Acceso equitativo a los recursos (tierra, agua, semillas, tiempo, etc.).
- Toma de decisiones horizontales.
– Instituciones sociales:
- Estructuras institucionales y de toma de decisiones horizontales no androcéntricas, ciscéntricas ni heterocéntricas.
- Formas de conocimiento orientadas hacia la equidad social y ecológica.
- Educación de género y sexualidad orientada hacia la diversidad e inclusión.
- Investigación participativa no heterocispatriarcal.
- Representaciones equitativas e inclusión desde abajo.
- Toma de decisiones horizontales y desde la interseccionalidad de identidades, prácticas y situaciones.
(*) Manuel Sánchez-Moreno, coordinador académico del Máster Universitario en Cooperación Internacional al Desarrollo: Gestión y Dirección de Proyectos de UNIR.
- Facultad de Artes y Ciencias Sociales