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La violencia filio-parental: causas, fases y cómo poner remedio a las actitudes de tu hijo

La violencia filio-parental ha sido objeto de alarma debido a su aumento y a su frecuencia en los últimos años. Los medios de comunicación han tratado este tema a través de la emisión de varios programas televisivos dirigidos a mostrar y dar luz a esta realidad, así como a servir de ejemplo para intentar lograr una mejora en la situación. En este post, vamos a definir qué se entiende violencia filio-parental y a analizar el ciclo de violencia seguido por los agresores. 

La violencia filio-parental es una variante de la violencia intrafamiliar. Mientras que la violencia intrafamiliar puede ser ejercida por cualquiera de los integrantes de un núcleo familiar hacia otro, la violencia filio-parental es aquella a través de la cual un hijo exhibe conductas de maltrato contra sus progenitores (o contra aquellos que ejerzan de progenitores), de forma consciente e intencionada, a lo largo de un tiempo y en repetidas ocasiones que viene a causar daño y sufrimiento en los mismos (aunque este daño no llegue a producirse y el menor no consiga lo que pretende, no puede negarse la existencia del mismo).

La víctima, en muchos casos, no se siente amenazada, ni tiene consecuencias diagnosticables, sin embargo, el daño o perjuicio, sigue existiendo. La violencia ejercida puede ser psico-emocional, física o económica y consigue causar en los padres una pérdida de autoridad, autoestima y una frustración en sus aspiraciones educacionales. Los hijos suelen llevar a cabo estas acciones con el fin de conseguir control, dominio y poder sobre sus progenitores para conseguir lo que desean. 

La violencia ejercida puede ser psico-emocional, física o económica y consigue causar en los padres una pérdida de autoridad, autoestima y una frustración en sus aspiraciones educacionales”

Ahora bien, ¿qué causa la aparición de esta violencia en menores, adolescentes, etc.? Diversos estudios concluyen que, la mayoría de los hijos menores que ejercen violencia contra sus padres han vivido también situaciones de violencia familiar. Es decir, cuando el menor observa o sufre situaciones de malos tratos o agresiones (tanto físicos como psicológicos), es más propenso a ejercerlas él mismo en el futuro. Otro de los factores determinantes para la aparición de esta violencia es la falta de límites, supervisión y control y la pérdida de autoridad parental. 

 Así, estas situaciones suelen seguir siempre un modelo cíclico, parecido al de otros tipos de violencia, que se caracteriza por seguir las siguientes fases: 

 Fase de acumulación de tensión: En ella, el hijo acumula tensión debido a la existencia de enfrentamientos con sus padres. Esta tensión es cada vez mayor porque no existen factores que la desactiven. 

 Fase de explosión: En esta fase es cuando se produce la situación de violencia descontrolada. 

 Fase de arrepentimiento: Como resultado de la descarga de violencia, se produce en el hijo un falso arrepentimiento que, en muchas ocasiones, no es más que el comienzo de una nueva fase de acumulación de tensión que culminará en otro episodio violento. 

Cuando el menor observa o sufre situaciones de malos tratos o agresiones (tanto físicos como psicológicos), es más propenso a ejercerlas él mismo en el futuro”

 Otro punto importante es conocer cuál es la actitud que presenta cada una de las partes en cada uno de estos episodios:  

Los progenitores, en la primera fase, muestran una actitud suave y conciliadora. Son conscientes de que hay una situación tensa e intentan reducir el estrés familiar. El hijo, por su parte, interpreta esta actitud como una rendición y sumisión y comienza a exigir de forma agresiva y desmedida su pretensión, dejando sin autoridad a sus progenitores quienes, ante ello, cambian su actitud a una más hostil y severa (que conlleva nuevamente estrés familiar y lleva a la acumulación de tensión).

Comienza entonces la segunda fase, en la que el hijo lleva a cabo ataques más intensos (y violentos) y con más frecuencia. Como consecuencia se produce la paralización de los padres, que aceptan la pérdida de autoridad y, reafirman inconscientemente la situación de supremacía y triunfo de su hijo, que vuelve a repetir el ciclo. 

Hay varios aspectos particulares que definen este tipo de violencia. Por ejemplo, el hecho de que rara vez es denunciada. Los padres sostienen la situación durante mucho tiempo haciendo que se convierta en crítica antes de tomar la decisión de buscar ayuda externa. Existe, por tanto, una enorme cifra oscura, que no puede ser medida ni controlada.

También, hay que tener en cuenta, que los padres están cada vez más condicionados por el comportamiento abusivo y reiterado de su hijo, por lo que no saben cómo manejar la situación de manera correcta. Otro punto importante es que esta violencia, en ocasiones, deriva en violencia intrafamiliar. El hijo, tras la fase de acumulación, puede llegar a la fase de explosión frente a cualquier estímulo de otro familiar, ya sean hermanos u otro pariente que conviva en el círculo familiar. 

¿Cómo se soluciona?

Una vez analizados los puntos clave de la violencia filio-parental, podemos aportar algunas soluciones. Empezaremos por decir que una de las formas más efectivas de terminar con la violencia es la prevención. Antes de que la situación se produzca, los progenitores pueden orientar la educación del hijo hacia ambientes de no violencia, confianza, diálogo y comprensión, de forma que nunca se llegue a la fase de acumulación por parte de éste.

Afecto, comunicación y disciplina son tres referentes educativos que deben ser equilibrados y aplicados por los progenitores”

Afecto, comunicación y disciplina son tres referentes educativos que deben ser equilibrados y aplicados por los progenitores. Si la prevención no es efectiva y se acaba entrando en el ciclo de violencia, lo importante es intentar modificar las actitudes que hemos estado viendo. Es decir, es necesario romper con la dinámica coercitiva, quebrar el ciclo. Otro punto importante es saber reconocer la situación y buscar ayuda externa antes de que empeore. 

En conclusión, la violencia filio-parental no es algo que debamos tomar a la ligera ni que deba pasar desapercibido. Es un tipo de violencia grave que conlleva en la víctima pérdida de salud mental y calidad de vida. Los progenitores acaban sintiéndose impotentes, deprimidos, culpables y vencidos. Y, sobre todo, es un problema real y frecuente, ante el que debemos reaccionar, siendo la prevención y la educación los puntos clave. 

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