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"No se trata de ser un profesor cualquiera, sino de hallar la plenitud en el trabajo docente"

El Vicerrector de Ordenación Docente y Doctorado de UNIR presenta su libro 'Horizontes para los educadores: Las profesiones educativas y la promoción de la plenitud humana' sobre cómo lograr la nobleza en la profesión

La labor de los docentes es vital en la sociedad pues pueden conducir a los que les rodean, sobre todo a sus alumnos, a la plenitud. Pero para conseguir esa influencia los propios profesores deben amar su profesión y aspirar a la nobleza en ella. Es el argumento central en torno al cual gira ‘Horizontes para los educadores: las profesiones educativas y la promoción de la plenitud humana’ de José Antonio Ibáñez Martín. El Vicerrector de Ordenación Docente y Doctorado de UNIR y director de la Revista Española de Pedagogía presenta este trabajo, de la Editorial Dykinson, el 5 de abril a las 19 horas en la Fundación Rafael del Pino. Un acto que preside el Secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo.

P. ¿Cómo surgió la idea de este libro?

Fundamentalmente porque la figura del profesor, por una parte, está prestigiada porque ahora hay lo que se llama influencers. Tienen una influencia especial, más profunda, y entre ellos se considera que se encuentran los profesores. Pero por otra parte hay mucha literatura de desprestigio.

P. ¿Por ejemplo?

El dramaturgo Bernard Shaw, hombre ácido, decía una frase famosa, que aquellos que pueden hacen y los que no pueden, enseñan. Y otros, aún más ácidos, dan cuatro razones por las que la gente quiere ser profesor: junio, julio, agosto y septiembre. Pero esto no es cierto y por tanto, los que nos dedicamos a la docencia, tenemos la obligación de pensar sobre estas cosas y mostrar las razones importantes de la docencia.

Por eso, este libro no va dirigido a quienes entienden el trabajo educativo simplemente como un medio para ganarse la vida en el que, piensan, van a disfrutar de amplias vacaciones. Sino que es para quienes aspiran a una nobleza en su profesión, que les lleve a una plenitud, a ellos, y que les convierta en personas atractivas para quienes estén cerca, de forma que los que les rodean puedan descubrir en ellos a personas que señalan altas metas para su existencia.

P. Y eso es lo que desgrana en esta obra

Sí, si queremos reivindicar la importancia del profesor, tenemos que reivindicar la importancia del conocimiento, no hay más remedio. No todos los profesores son iguales, todos hemos tenido muchos y no guardamos el mismo recuerdo de todos. La pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Cómo vamos a hacer para conseguir ser el profesor influencer?Porque ser un profesor cualquiera lo puede hacer, como bien se dice, cualquiera. Pero no se trata de serlo, si no de encontrar la propia plenitud en el trabajo docente, que no es uno donde tengo amplias vacaciones y me gano la vida, sino que hallo mi plenitud y ayudo a los demás a encontrar su propio desarrollo y plenitud.

P. ¿Cómo hacerlo?

Hay que amar lo que se hace, no empeñarse en imponerse sino transpirar ese deseo de saber. En el libro intento insistir muchas veces en la necesidad que el profesor tiene de amar la verdad, intentar descubrirla y ayudar a los demás a descubrirla y a comprometerse con esa verdad descubierta.

P. Esos serían entonces los horizontes para los educadores que menciona

Sí, son los grandes horizontes. Es decir, el gran horizonte no es qué voy a enseñar el lunes, que es cortoplacista. Aunque tampoco es algo inútil, porque alguien podría pensar, por lo que estoy diciendo, que solo me interesan los grandes horizontes y no. Yo creo que en la tarea del profesor hay cuatro hilos de colores. Rojo, azul, verde y amarillo.

P. ¿Con qué se corresponden?

El rojo es esa dimensión antropológica moral que es lo que pretendo que mis alumnos consigan. Cuál es la idea de ser humano que yo tengo detrás y estoy intentando proveer. El azul refleja la importancia de las iniciativas pedagógicas que tú ves, hasta qué punto son buenas. Y, a su vez, debe fundamentarse en el hilo verde, que es el reconocimiento de lo que estás haciendo, vas descubriendo esa ciencia que aumenta y crece. Por último, el amarillo hace referencia al oro, lo brillante y la brillantez en la exposición. Es decir, que se puede saber mucho, tener unos grandes conocimientos pedagógicos y ser un muermo. Hay que procurar poner un poco de pasión y brillantez en lo que se hace. Pero una brillantez auténtica, fundamentada en la verdad, no esa del globo de colores que lo pinchas y no hay nada.

P. Sin embargo, da la impresión de que hoy en día hay gran desmotivación entre el profesorado.

¿Y en qué termina? En que el más desmotivado, al final, es el alumno. Los porcentajes que tenemos de jóvenes ‘ni ni’ son altísimos. Uno puede decir que se debe a la crisis, pero también muchos carecen de motivaciones  profundas, no tienen horizontes porque nadie les ha presentado uno en el que valga la pena el esfuerzo.

Los educadores debemos ser conscientes porque si te comprometes con ellos, en primer lugar a quien beneficias es a ti mismo porque conviertes tu profesión en algo en lo que te sientes realizado. No es un medio para ganarse la vida en el que lo único que estás esperando es al fin de semana. Muchas veces el profesor dedica muchísimo más tiempo a su trabajo de lo que dicen las normas sindicales y lo haces con alegría porque te sientes realizado, no es una cuestión aburrida sino que ves que ayudas a la plenitud de la gente joven, cosa que proporciona mucha ilusión.

P. Imagino que estas recomendaciones valdrán para todos los educadores, independientemente de la institución o curso donde ejerzan.

Efectivamente, me refiero a todos. Estoy harto de leer muchos libros educativos que se dedican a las etapas infantil y adolescente. Pero la educación es mucho más amplia. Por eso yo dedico una parte entera a hablar de la dimensión educativa en la universidad y un capítulo a cómo conseguir desarrollar tu capacidad de preparación para la docencia y tus competencias como buen investigador. También a cómo, en el ámbito universitario, reflexionamos y nos damos cuenta de que la universidad no puede ser simplemente un medio para la empleabilidad, porque es el ámbito de la razón y de la libertad para disponer lo que cada uno considera que es razón.

P. Y en toda esta tarea del educador, ¿pueden ayudarle las nuevas tecnologías y la metodología online? 

Estoy convencido. No hay ninguna duda. En los años 90 fui a Stanford y me traje casi un metro cúbico de fotocopias y las mandé por barco, porque allí pude consultar una cantidad de revistas infinitas que en Madrid era imposible. En estos momentos, es muy difícil que no encuentre un artículo que me interesa en diez minutos en Internet. También hay nuevas formas de aprendizaje, es evidente, de evaluación, de convivencia… Es mucho mas fácil que hagas un buen trabajo con esos medios. Hay muchos elementos positivos en las nuevas tecnologías y cada día tendremos que hacer más esfuerzos para hacer esos medios más eficaces, porque se puede avanzar una barbaridad. Ese hilo amarillo también debe estar en Internet y hay que procurar ser un poquito brillante.

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