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Del biorritmo al algoritmo: el debate sobre el cambio de hora en la era de la IA

En un mundo gobernado por máquinas que no duermen, el tradicional cambio de hora —justificado como medida de ahorro energético y forma de estimular la actividad económica general— despierta un debate renovado: ¿es sostenible seguir ajustando el reloj en la era de la inteligencia artificial?

El 26 de octubre es el día fijado para el cambio de hora.

En su momento, el cambio horario nació con una lógica del pasado: adaptar el ritmo de una economía industrial con patrones de actividad homogéneos y sin sistemas inteligentes de control productivo. En ese contexto, adelantar o atrasar una hora los relojes resultaba una solución eficaz para aprovechar la luz natural y contribuir a una gestión energética eficiente.

Sin embargo, hoy en día, en un mundo repleto de edificios inteligentes, sensores y redes eléctricas digitales, la realidad se revela muy distinta: diversos estudios cuestionan la eficacia del cambio horario, señalando que los ahorros obtenidos son mínimos o inciertos; en algunos casos, el consumo de calefacción o climatización puede incluso aumentar, debido a los desajustes térmicos provocados por la modificación artificial del horario.​

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que propondrá al Consejo Europeo eliminar el cambio horario a partir de 2026, aplicando la decisión mayoritaria del Parlamento Europeo de 2019. “Cambiar la hora dos veces al año ya no tiene sentido. Apenas ayuda a ahorrar energía y tiene un impacto negativo en la salud y en la vida de la gente”, afirmó Sánchez en un mensaje publicado en X.

A esta ineficiencia se suman los costes económicos ocultos: alteraciones en la logística empresarial, disrupciones en los mercados internacionales y reajustes en los sectores productivos, que operan en franjas horarias globalizadas. Parece que, en el nuevo paradigma digital, modificar la hora cada seis meses genera más debate que ahorro…

Impactos fisiológicos, psicológicos y económicos

Junto a la economía, fisiología y psicología siguen siendo los puntos más débiles del cambio de hora; la alteración del ritmo circadiano —el ciclo biológico de 24 horas que regula el sueño, el hambre y el estado de ánimo— genera un desajuste en forma de aumento de trastornos del sueño, irritabilidad y reducción del rendimiento laboral, en los días o las semanas que siguen al ajuste horario.​

El desfase horario no solamente afecta al individuo; en lo económico, también impacta sobre la productividad de los diferentes sectores, y pone de relieve las tensiones de un mundo interconectado: los servidores deben reajustarse, los sistemas automáticos recalibrarse, y los trabajadores han de reorganizar sus rutinas en un ecosistema que, paradójicamente, ya no se rige por la luz solar, sino por la velocidad de los datos. Así, mientras en España ajustamos el reloj una hora adelante o atrás, millones de sistemas inteligentes continúan operando en segundo plano, coordinando plataformas y gestionando algoritmos de recomendación o redes eléctricas inteligentes.

Un mecanismo del s. XX en el s. XXI

La IA emerge como una posible respuesta estructural a estos problemas. Su capacidad de análisis y predicción en tiempo real permite ajustar la gestión energética sin necesidad de intervenir en los relojes biológico y social. Los sistemas inteligentes aplicados a la eficiencia energética pueden anticipar picos de consumo, distribuir de manera flexible la energía y personalizar el uso de esta según los patrones de actividad de cada hogar, empresa o ciudad.​

En el ámbito empresarial, gracias al aprendizaje automático, los algoritmos optimizan rutas logísticas, climatización, iluminación y producción industrial, reduciendo no solamente costes operativos, sino también emisiones de carbono.​ Frente a los métodos analógicos del siglo XX, la inteligencia artificial ofrece un modelo energético capaz de ajustar la demanda y la oferta segundo a segundo.

En el ámbito del comportamiento humano, uno de los aspectos más prometedores de la IA es su potencial para mitigar los efectos asociados al cambio de hora. La tecnología actual permite analizar ritmos circadianos, datos de sueño y patrones de comportamiento de las personas. Esta información, gestionada con modelos personalizados, puede recomendar rutinas y horarios laborales ajustados a cada individuo, reduciendo el impacto del cansancio o la falta de atención.

En lugar de imponer un cambio horario general, estas soluciones permiten adaptar progresivamente los ritmos de trabajo a las necesidades de cada perfil de empleado, equilibrando bienestar y productividad.​ De este modo, la IA puede optimizar los biorritmos laboral y doméstico, reemplazando la homogeneidad del reloj analógico por una gestión flexible y personalizada del tiempo, basada en los datos y la salud integral de las personas.

Del cambio horario al algoritmo inteligente

El debate ya no es si deberíamos seguir cambiando la hora dos veces al año, sino cómo gestionar el tiempo de manera sostenible con ayuda de la IA. En este sentido, esta tecnología permite avanzar hacia un modelo de tiempo dinámico, flexible y contextual: los edificios modifican automáticamente su iluminación y climatización, según la radiación solar; las ciudades adaptan el transporte a la actividad ciudadana, de manera inteligente; los calendarios laborales se reconfiguran constantemente a partir de datos de descanso y productividad.

En este nuevo paradigma, por tanto, el tiempo deja de ser algo lineal para convertirse en una red orgánica de decisiones al servicio del bienestar y la sostenibilidad. La IA no solo optimiza la energía y la economía: redefine nuestro vínculo con el tiempo, permitiendo una relación más ecológica y racional con la luz y el entorno.

El cambio de hora fue, en su momento, una respuesta ingeniosa y pragmática a los límites que la tecnología imponía en un mundo esencialmente industrial. En la era de la IA, el reloj se convierte en una interfaz más dentro de un sistema cada vez más global de decisiones automatizadas. Integrando la inteligencia artificial en la gestión del día a día, es posible superar ciertas limitaciones económicas y psicológicas del cambio horario, optimizar recursos y promover una sostenibilidad de carácter integral.

El verdadero desafío ya no consiste en adelantar o atrasar el reloj, sino en aprender a sincronizar el tiempo y nuestros ritmos vitales de una manera más sostenible y consciente.

(*) Luis Manuel Cerdá Suárez. Profesor Titular de la Facultad de Economía y Empresa. Consultor con dilatada experiencia en análisis y diagnósticos de situación y en instrumentos de gestión para Centros Comerciales. Asesor en la CAM para PYMEs. Autor de libros y numerosos artículos y publicaciones sobre investigación de mercados.

  • Facultad de Economía y Empresa

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