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Del aula al gabinete: el enfoque interdisciplinar que transforma la evaluación psicopedagógica

La coodinadora académica del Máster Universitario en Psicopedagogía de UNIR analiza un proceso en el que participan docentes, psicopedagogos, psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales y familias.

La escuela actual demanda perfiles que sepan moverse entre distintos ámbitos.

La creciente complejidad de las aulas y la diversidad de necesidades educativas han puesto sobre la mesa una evidencia difícil de ignorar: la evaluación psicopedagógica solo puede comprenderse en profundidad cuando se aborda desde una mirada interdisciplinar.

Hoy, docentes, psicopedagogos, psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales y familias participan de un proceso que desborda por completo el diagnóstico tradicional. La evaluación se convierte así en un ejercicio colaborativo cuyo objetivo no es únicamente identificar dificultades, sino construir una imagen compartida del modo en que aprende cada alumno, desde las primeras señales que aparecen en el aula hasta la intervención especializada que pueda necesitar.

Máster Universitario en Psicopedagogía

Esta perspectiva coincide con lo que numerosos autores han venido defendiendo en la última década: la comprensión del aprendizaje requiere integrar dimensiones cognitivas, emocionales, sociales y contextuales (Coll, 2020). Cuando este análisis se realiza en equipo, los centros educativos pueden responder antes, mejor y de forma más ajustada a las necesidades reales del alumnado.

Comprender al alumno desde múltiples miradas

La evaluación psicopedagógica siempre ha tenido un carácter altamente técnico debido a la especialización de tareas como son la detección, medición y uso de pruebas, el diagnóstico y la elaboración de informes. En nuestros días, dada la diversidad y naturaleza de los problemas educativos, este modelo deja de ser suficiente para responder a los problemas escolares. Los trastornos en el aprendizaje difícilmente responden a única causa y, por ello, se exige de una mirada suficientemente amplia para entender lo que está pasando.

Desde el aula se aporta la observación del día a día. La psicopedagogía aporta el análisis de necesidades y la comprensión del aprendizaje. La neuropsicología permite identificar las funciones más comprometidas. La logopedia informa sobre la competencia comunicativa. La fisioterapia y la terapia ocupacional aportan información sensoriomotora y habilidades motrices.

  • La complejidad del aprendizaje exige un análisis compartido. Ningún profesional, por sí solo, puede ofrecer una visión completa del alumno.

El aula como punto de partida de la evaluación

La primera detección de los problemas suele producirse en el aula. Allí se identifican las diferencias en el ritmo de aprendizaje, trastornos de la atención, dificultades lingüísticas o en las relaciones. Este primer momento es determinante, ya que orienta el proceso posterior y permite activar medidas educativas o derivaciones necesarias para asegurar el menor impacto escolar.

Los centros educativos cuentan cada vez con más protocolos de cribado o screening que permiten obtener el perfil de aprendizaje de todo el alumnado. Estas evaluaciones grupales, realizadas mediante pruebas estandarizadas, ofrecen información valiosa para adaptar la enseñanza y aplicar los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA). Además, facilitan la comunicación con las familias desde un enfoque preventivo, basado en datos y no en intuiciones.

Este primer paso del proceso señala el papel fundamental de los profesores, quienes requieren formación en psicopedagogía para interpretar señales, registrar indicadores clínicos y comprender cuándo derivar a un equipo especializado.

  • La detección temprana es la herramienta psicopedagógica más potente de la que disponemos: ayuda a intervenir antes de que aparezcan desajustes significativos.

La importancia del trabajo especializado y coordinado

Cuando un centro escolar identifica que un alumno puede estar afrontando una dificultad funcional de origen neuropsicológico, se activa un segundo nivel de evaluación que suele requerir la intervención de equipos externos.

Esta fase no se limita a determinar un posible diagnóstico, sino que busca entender cómo determinadas funciones —como la atención, la memoria, el lenguaje, la capacidad de razonamiento o la integración sensorial— están influyendo en su manera de aprender y de desenvolverse en el aula. Esta mirada amplia permite localizar con mayor precisión qué aspectos están actuando como barrera y cuáles pueden potenciarse.

El proceso que se abre a partir de ese momento implica distintas exploraciones. A la información inicial se suman valoraciones sensoriales, pruebas cognitivas e intelectuales, análisis del perfil lingüístico y evaluaciones de la lectoescritura o de procesos básicos implicados en el aprendizaje.

Instrumentos psicométricos como WISC-V, BAS-II o RIAS forman parte de esta batería, que siempre debe complementarse con observaciones cualitativas y con una historia clínica completa. Como recuerdan Flanagan y Alfonso (2017), las evaluaciones actuales solo adquieren sentido cuando se interpretan desde marcos integrados, capaces de relacionar resultados y comprenderlos en conjunto, en lugar de analizarlos como puntuaciones desconectadas entre sí.

En este punto, la coordinación entre profesionales resulta esencial. Los distintos especialistas, incluso de la medicina aportan cada uno una pieza del rompecabezas. El intercambio de información con el centro educativo permite ajustar la intervención y dar continuidad al trabajo en el aula, evitando duplicidades y asegurando que todas las decisiones tengan como referencia el bienestar del alumno. Este enfoque colaborativo coincide con las recomendaciones de organismos internacionales como la UNESCO (2020), que subrayan la importancia de respuestas educativas sostenidas en el tiempo y construidas de manera conjunta entre escuela, familia y especialistas.

  • La evaluación adquiere verdadero sentido cuando se traduce en una intervención coordinada entre escuela, familia y profesionales.

Una herramienta al servicio de la inclusión

La evaluación interdisciplinar no busca únicamente aclarar dificultades; su valor principal está en abrir caminos para que cada estudiante pueda aprender y participar en igualdad de condiciones. Al analizar qué aspectos concretos frenan el progreso, es posible ajustar la respuesta educativa sin caer en diagnósticos innecesarios ni pasar por alto necesidades reales.

Este enfoque sitúa en primer plano las posibilidades del alumnado. Como recuerdan Booth y Ainscow (2011), avanzar hacia la inclusión implica revisar prácticas y expectativas, de modo que cada niño encuentre un espacio donde desarrollar sus capacidades.

Cuando escuela, familia y especialistas trabajan con una visión compartida, también mejora la vivencia emocional del alumno: entiende mejor lo que le ocurre, se siente acompañado y aumenta su confianza para afrontar los retos académicos

psicopedagogía La complejidad del aprendizaje exige un análisis compartido. Ningún profesional, por sí solo, puede ofrecer una visión completa del alumno.

Formar profesionales capaces de trabajar en red

La escuela actual demanda perfiles psicopedagógicos que sepan moverse entre distintos ámbitos: interpretar pruebas, entender el día a día del aula y coordinarse con quienes acompañan al alumno. No basta con dominar un área; hace falta una mirada amplia y la capacidad de dialogar con otros profesionales y con las familias.

Los programas de posgrado están incorporando esta necesidad. A través de prácticas guiadas y análisis reales, el alumnado recorre las fases habituales del proceso: desde la detección inicial hasta la intervención ajustada. Este trabajo les ayuda a comprender cómo interactúan los factores que influyen en el aprendizaje.

Gracias a esta preparación, los futuros especialistas llegan a los centros con una visión más completa y operativa. Saben qué evaluar, cómo hacerlo y con quién trabajar para que la respuesta educativa sea coherente y sostenida.

  • La evaluación psicopedagógica interdisciplinar no es una tendencia, sino una necesidad educativa contemporánea.

(*) Teresa Andreu Hernández es coodinadora académica del Máster Universitario en Psicopedagogía. Doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en investigación y desarrollo de sistemas de gestión de instituciones educativas e innovación docente.

Referencias:

  • Booth, T., & Ainscow, M. (2011). Index for Inclusion: developing learning and participation in schools (3rd ed.). Centre for Studies on Inclusive Education (CSIE).
  • Coll, C. y Guitart, M. E. (2020). Aprendizaje con sentido y valor personal: Experiencias, recursos y estrategias de personalización educativa. Editorial Graó.
  • Flanagan, D. P., Ortiz, S. O., & Alfonso, V. C. (2017). Essentials of Cross-Battery Assessment (3rd ed.). John Wiley & Sons.
  • La educación inclusiva: qué debe saber acerca de la inclusión en la educación. UNESCO (2020).
  • Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades

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