Ailién Chaveco Castillo
La dimensión socioemocional es ese motor invisible que impulsa la inclusión, abre la puerta al diálogo intercultural y sostiene el aprendizaje auténtico.
En un contexto global marcado por la migración, los cambios sociales y los desafíos identitarios, educar desde la emoción ya no es una opción: es una responsabilidad ética y una herramienta poderosa de inclusión. Las escuelas no solo deben enseñar contenidos, sino construir espacios donde cada estudiante se sienta visto, escuchado y valorado.
Imagina un aula donde cada mirada cuenta, donde cada emoción tiene espacio y cada diferencia enriquece. Una escuela que no solo instruye, sino que abraza. Que comprende que la verdadera inclusión no se logra solo con metodologías, sino con vínculos que transforman porque la diversidad es una oportunidad para crecer juntos. ¿Te suena utópico? No lo es. Es el horizonte real hacia el que camina la educación del siglo XXI.
Más allá de ver la diversidad, es necesario aprender a sentirla
La verdadera transformación educativa ocurre cuando las emociones son parte del currículo oculto: en las relaciones, los gestos, las actitudes. Un aula inclusiva no se define solo por su diversidad visible, sino por su capacidad de acogerla emocionalmente. Bisquerra (2020) señala que “la educación emocional es un proceso continuo y permanente que busca potenciar el desarrollo integral de la persona” (p. 22).
Este desarrollo es especialmente necesario en contextos interculturales, donde cada gesto o emoción puede tener significados distintos. La diversidad emocional -ese lenguaje afectivo moldeado por la cultura- exige docentes con competencias para interpretar y actuar desde la empatía. Educar desde lo socioemocional no significa dejar de lado la razón, sino integrar cabeza y corazón para enseñar con humanidad.
Competencias emocionales que hacen posible la inclusión
¿Puede una escuela ser inclusiva si ignora el impacto de las emociones en el aprendizaje? La respuesta es clara: no. El desarrollo de competencias emocionales en docentes y estudiantes es el pilar sobre el que se construyen ambientes seguros, respetuosos y colaborativos.
Estas competencias incluyen:
- El autoconocimiento y la gestión emocional en situaciones de estrés o conflicto.
- La empatía activa ante realidades distintas.
- La comunicación asertiva y respetuosa.
- La capacidad de inspirar desde la confianza y no desde la imposición.
- La lectura cultural del lenguaje emocional para evitar malentendidos.
El aprendizaje emocional no debe considerarse un lujo, sino una capacidad fundamental para la vida.
Según Goleman (1995), pionero en inteligencia emocional, el aprendizaje emocional no debe considerarse un lujo, sino una capacidad fundamental para la vida. En el aula, esto se traduce en docentes que no solo enseñan sobre emociones, sino que las modelan con coherencia y autenticidad, convirtiéndose en referentes afectivos.
¿Sabías que no todos expresamos el miedo, la alegría o la tristeza de la misma manera? Las emociones son universales, pero sus formas de manifestarse están moldeadas por la cultura. En un aula diversa, lo que para un niño es respeto, para otro puede parecer desinterés; lo que para una cultura es cercanía, para otra puede vivirse como invasión. Esto implica: reconocer que hay múltiples formas válidas de sentir y expresarse.
Varios estudios (OCDE, 2018; UNESCO, 2016) señalan que una proporción significativa de los conflictos en escuelas multiculturales se relacionan con brechas emocionales e interculturales. Por tanto, formar a los docentes en estas habilidades no solo previene la exclusión, sino que fortalece el clima escolar, mejora el rendimiento académico y reduce el abandono.
Competencias socioemocionales fundamentales en un contexto educativo de inclusión intercultural. Elaborado por la autora.
Educar con emoción es educar para el cambio
La educación emocional no es un complemento: es una necesidad urgente, una respuesta ética ante la diversidad y conduce a la equidad real. Enseñar desde la emoción no solo impacta en el clima del aula; transforma las relaciones, genera sentido, construye comunidad.
Formarte en este ámbito no es solo adquirir herramientas. Es atreverte a mirar distinto, a sentir con otros, a liderar el cambio desde lo humano. Es comprender que cada gesto cuenta, que cada vínculo importa y que cada emoción atendida deja huella. Apostar por la inclusión desde un enfoque intercultural exige irremediablemente considerar las emociones para trascender el discurso y transitar a la práctica transformadora.
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Referencias bibliográficas:
- Bisquerra, R. (2020). Educación emocional y bienestar (2ª ed.). Editorial Síntesis.
- Goleman, D. (1995). Emotional intelligence: Why it can matter more than IQ. Bantam Books.
- (2018). The Resilience of Students with an Immigrant Background: Factors that Shape Well-being. OECD Reviews of Migrant Education. OECD Publishing. https://doi.org/10.1787/9789264292093-en
- UNESCO. (2016). A guide for ensuring inclusion and equity in education. United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization.
https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000248254
(*) Ailién Chaveco Castillo, con 17 años de experiencia en educación superior, es experta en intervención psicosocial, educación inclusiva, TIC e inteligencia artificial. Ha coordinado proyectos de investigación y programas de posgrado, y sus trabajos han sido difundidos en congresos y revistas científicas internacionales.
- Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades
