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Dificultades y oportunidades en la industria musical, un arte acostumbrado a tocar el futuro

La UNIR estuvo presente en la primera edición del BIME PRO en Bogotá, entre el 4 y el 7 de mayo. Allí confluyeron profesionales del sector musical y se debatió sobre el futuro de la industria.

Dos cantantes grabando en un estudio.

Todo un espectáculo. Se congregaron en Bogotá 2.800 profesionales y más de 1.000 empresas, tanto de forma presencial como online, en las más de 100 actividades que tuvieron lugar en la capital colombiana. Según datos de la propia organización, se celebraron ponencias, clases magistrales, talleres, conciertos, presentaciones y hasta actividades familiares durante los cuatro días que convirtieron a Bogotá en la capital mundial de la industria musical.

Hubo igualmente 180 ponentes, 70 conferencias, 770 citas rápidas (speedmeetings), y la presencia de 30 países, 40 artistas y 8 startups.

Un continente en crecimiento

Eso es el BIME: un híbrido entre congreso y feria de profesionales del sector para aportar propuestas, debates y charlas en torno a una misma pasión. Un evento que también busca formar y desarrollar a pequeñas y nuevas empresas en la industria. Y dar a conocer a jóvenes y a profesionales mediante sus versiones Campus y Startups.

Para Jon Icazuriaga, coordinador académico del Máster en Gestión Empresarial en la Industria Musical de UNIR, la experiencia fue positiva, teniendo en cuenta que era la primera edición del BIME en la capital colombiana tras más de 10 años celebrándolo en Bilbao. UNIR debía estar presente por ser el único máster online en español sobre este tema. Y estuvo.

La llegada a Bogotá se explica, entre otras cosas, por el espectacular crecimiento interanual (15 – 20%) de la industria musical latinoamericana, y por las características especiales de un continente amplio y riquísimo, lleno de sonidos propios, idiosincrasias muy marcadas y tradiciones musicales riquísimas, asegura Icazuriaga.

Países en crecimiento, con mucha hambre de conocimientos, de más música, de artistas noveles, de jóvenes. Países que significan, además, una puerta de entrada para artistas españoles, acogidos por una cultura hermana.

Sus distintas sonoridades, como el reguetón, van imponiéndose poco a poco en mercados distintos, como el anglosajón. Y su consumo musical, además, es mayormente por streaming. Una forma de consumo determinante para la industria y los artistas.

Una realidad paradójica

Esta presencia de plataformas de consumo por streaming plantea una situación paradójica. “Se escucha, se difunde, se produce, se comercializa más música que nunca. Las posibilidades de dar a conocer tu música en cualquier sitio son casi infinitas a través de las redes sociales y de estas plataformas. Hay mucha capacidad de comercialización y de escucha”, explica Icazuriaga.

Unas posibilidades enormes de comercialización, afirma el coordinador académico, pero que no retornan directa y económicamente a la gran mayoría de autores, porque se crea una suerte de “salto de valor” (value gap) entre esa difusión y la generación de ingresos a través precisamente de esas plataformas.

Se paga muy poco por escuchar música. Realmente poco, alrededor de 0,0001. “Imagínate el promedio de escuchas que debes generar…”, subraya. Quienes se lucran, al final, son las grandes empresas del sector.

Industria musical

“Los nuevos modelos de consumir música de los ciudadanos no siempre generan directamente ingresos económicos para los artistas”, resume Icazuriaga.

Si los usuarios no pagan nada por disfrutar de la música, serán las casas de publicidad las que paguen a las plataformas, quienes, a su vez, pagarán a los artistas. Y, por ahora, la ratio de escuchas por horas (en tiempo) no está ligada, al menos en España, al gasto promedio del ciudadano en música.

Las grandes estrellas, independientemente de ser escuchadas a través de esos medios, también organizan conciertos multitudinarios que generan beneficios, y que incluso aún ingresan por ventas físicas más tradicionales.

La inversión popular en la industria no se filtra así a los pequeños creadores porque se consumen mayoritariamente conciertos grandes o festivales multitudinarios, organizados y gestionados por grandes marcas que atraen a grandes artistas, en un bucle difícil de atajar.

Tecnología y redes sociales, claves

El desarrollo tecnológico ofrece asimismo una capacidad de autoproducción colosal. Cualquiera con algo de talento puede autoproducirse desde una habitación, con un estudio mínimo, un ordenador y un programa determinado. Hace 20 años, reconoce Icazuriaga, se requería de una inversión y unas infraestructuras mucho menos accesibles.

Estas posibilidades no producen por sí mismas una mayor variedad estilística y de géneros musicales, ni un mayor valor. La capacidad productiva no determina así una cuestión que es, antes que nada, cultural.

La música es una expresión artística, explica Icazuriaga, y como tal es testigo de una época y reflejo de sus símbolos culturales. Solo el tiempo es juez para determinar la calidad artística de la música y las distintas formas de arte.

Quizá no se recuerden todos los artistas que hoy triunfan con, por ejemplo, estilos como el reguetón dentro de 20, 30 o 40 años. Como pasó igualmente con todos los autores de la década de los sesenta del siglo pasado.

Industria Musical 2

Pero por ahora, en el presente, que una obra tenga éxito y garantice por ello la subsistencia del artista es resultado de la intervención de muchos factores. “Lo de siempre: talento, ayuda, oportunidad, soporte, el gran desarrollo del marketing y de los aspectos comerciales. Y algo absolutamente novedoso y determinante con respecto al siglo anterior: el desarrollo en las redes sociales”, apunta Icazuriaga.

La exigencia del posicionamiento personal y de marca (branding) de los artistas en redes sociales es una distinción fundamental con respecto a hace relativamente poco, unos 15 o 20 años.

Lo nuevo y lo antiguo

Porque uno no triunfa en la industria musical “de golpe y porrazo”, añade. Son necesarias las palancas de posicionamiento progresivo. Partiendo del talento, según el también consultor estratégico, resulta fundamental formarse, participar en pequeños conciertos y luego en salas más grandes, en festivales, contactar con productores y representantes… Se ha de acceder a una dinámica. Y, a partir de cierto nivel, se produce un salto “superlativo”.

Hay ejemplos de todo tipo. Por ejemplo, músicos que ya son marcas en sí mismos y que incluso a los ajenos a la música popular les suena “de algo”, como Bob Dylan, Bruce Springsteen, Tina Turner o Neil Young, entre otros, que han vendido su catálogo a los grandes sellos discográficos o a fondos de inversión.

Icazuriaga entiende que esto es un “win win”, un acuerdo en el que ambas partes ganan. Los músicos porque evitan problemas hereditarios, obtienen liquidez y capitalizan sus últimos años. Y las corporaciones y fondos porque estiman, a través de estudios económicos profundos, que comenzarán a rentabilizar estos derechos en, por ejemplo, poco más de una década.

El intríngulis radica en que Dylan, Springsteen y demás músicos históricos seguirán escuchándose para siempre.

Bob Dylan o Bruce Springsteen son marcas en sí mismos

 

Rosalía quizá sea el último y mejor ejemplo de buen uso de las palancas de posicionamiento progresivo para acceder a estas dinámicas musicales internacionales.

“Ya tiene un posicionamiento, una marca internacional, un bagaje basado en su propio talento, y esas capacidades progresivas de rodearse de los mejores profesionales en todos los ámbitos de la industria”, subraya Icazuriaga, que incluye necesariamente comunicación, asesoramiento o marketing.

Su talento artístico ha sido la base de todo, y sigue siéndolo. El docente entiende que su aparente cambio de estilo con respecto a sus inicios es fundamental. “Ningún ser humano es igual hoy que ayer, por lo que cuando creas, cuando miras al mundo en función de tu creatividad, vas evolucionando. Tiene su lógica”, recalca.

Un máster para el mundo real

UNIR enseña las claves de todas estas estrategias y tendencias, que marcan el presente y el futuro de una industria artística en constante cambio a quienes quieran acceder a ella o ya estén dentro.

Industria Musical 3

“Se trata de preparar e impulsar la carrera de profesionales dentro de la industria musical. De generar capacidades y de formar para que los estudiantes obtengan conocimientos profundos de esta industria. Y a través de profesores profesionales, que conocen de primera mano el entorno, y basándose en casos prácticos reales”, subraya.

El máster funciona así como una palanca de entrada para trabajar en la música desde todos los puntos de vista. En entidades de gestión, en sellos discográficos o promotoras, pero también como abogado musical o periodista, o músicos que quieran tomar las riendas de su propia carrera.

Cualquier perspectiva cabe en el Máster en Música.

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