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El bienestar emocional, un factor determinante en la Educación Especial

Priorizar el bienestar emocional en los centros educativos promoverá un aprendizaje apropiado y un futuro más inclusivo y equitativo. La doctora en Psicología Silvia Melero explica cómo hacerlo.

Las aulas son espacios idóneos tanto para el aprendizaje como para el entrenamiento de habilidades emocionales.

El bienestar emocional es un factor determinante en el proceso de desarrollo de los niños y niñas, ya que impacta de manera significativa en la manera en la que procesan, retienen y utilizan la información de su entorno. Tener la capacidad de identificar y comprender las propias emociones, así como saber modularlas y expresarlas de manera efectiva, resulta esencial para el desarrollo integral de los menores.

Es uno de los contextos más importantes en el proceso de maduración de los niños es el ámbito educativo, en el cual no sólo se potencia la adquisición de conocimientos académicos, sino que permite la socialización y construcción de su personalidad. Las aulas son espacios idóneos tanto para el aprendizaje como para el entrenamiento de estas habilidades emocionales a través del autoconocimiento, la superación de desafíos y la continua interacción social.

La adquisición de estas competencias emocionales supone un reto para los menores, especialmente aquellos que enfrentan dificultades particulares en su camino educativo. Los niños y niñas con necesidades educativas especiales (NEE) no sólo constituyen un colectivo más vulnerable a desarrollar problemas internalizados, sino que en ocasiones también les resulta complicado comprender el contexto social y las emociones ajenas. De hecho, los estudios sugieren que estos niños cuentan con menores estrategias de afrontamiento efectivas y adaptativas en situaciones que les generan malestar.

Consecuencias en el ámbito educativo

El rendimiento académico también puede verse afectado por el estado emocional. Por ejemplo, la exposición a sonidos fuertes en un aula o un cambio repentino en la rutina de un niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA) puede desencadenar una reacción intensa de miedo que afecte negativamente su experiencia de aprendizaje. Sucede lo mismo en el sentido contrario, una enseñanza que incorpore elementos motivadores (como temáticas de su agrado, metodologías interactivas, etc), así como sentimientos de bienestar en el aula, facilitará la consolidación de los conocimientos. Como sabemos, se recuerda mejor lo que emociona.

Asimismo, el bienestar emocional en los menores con NEE va unido a calidad de sus relaciones sociales. Esta relación es bidireccional, ya que tanto los problemas con sus iguales pueden afectar a su estado de ánimo como a la inversa. Los niños y niñas con problemas de regulación emocional y/o síntomas de ansiedad y depresión suelen mostrar mayores dificultades para relacionarse con sus compañeros y conflictos interpersonales. Por ejemplo, un alumno con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) puede generar conflictos con sus compañeros si no gestiona bien su enfado y frustración cuando ha perdido un juego grupal. Por ello, es importante aportarles estrategias de autorregulación emocional.

clase

En las aulas, algunas conductas inadecuadas a menudo están vinculadas a la forma en la que los niños interpretan sus emociones y las de las personas con las que interactúan. Dotar a los menores de habilidades para entender mejor cómo se sienten y empatizar con los demás, les facilita el autocontrol de su comportamiento, lo que se traducirá en relaciones sociales más satisfactorias.

Por otra parte, el vínculo afectivo que establecen con los profesionales educativos tiene gran relevancia en su salud emocional, su autoconcepto y su autoestima. Normalmente los alumnos con NEE cuentan con adultos de referencia que implementan intervenciones educativas dirigidas a proporcionarles el apoyo necesario para su correcto aprendizaje. Este equipo de especialistas no sólo trabaja en potenciar las capacidades de estos niños y niñas, sino que contribuye al reforzamiento del sentimiento de pertenencia y de autoeficacia para superar sus dificultades, facilitando su inclusión socioeducativa.

Abordaje de las dificultades emocionales en el aula

Crear un entorno educativo que fomente la seguridad emocional y la aceptación de los niños y niñas con algún tipo de necesidad educativa es imprescindible para su desarrollo integral. Es nuestra labor como educadores y agentes de cambio propiciar estas competencias socioemocionales y aportar los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades afectivas y educativas. Para ello, nuestra actuación debe sostenerse en tres pilares:

  • Detectar: Observar activamente posibles señales de malestar o cambios en el comportamiento, estado de ánimo e interacciones sociales en el entorno educativo. La identificación temprana de los primeros síntomas puede prevenir el surgimiento de algunos trastornos psicológicos (ej. ansiedad, depresión) y mejorar su pronóstico.
  • Prevenir: Favorecer entornos educativos inclusivos, en los que se promueva la aceptación, la comunicación y expresión asertiva de emociones, la empatía y la prosocialidad. Además, es importante que el alumnado aprenda estrategias de autocontrol y regulación emocional, como la relajación o el mindfulness, y la reevaluación positiva de sus pensamientos, que les permitan mantener un estado de ánimo óptimo.
  • Intervenir: Es recomendable seguir las orientaciones de los profesionales y coordinarse para abordar los problemas emocionales en las aulas. En ocasiones, las escuelas suelen poner en marcha protocolos estandarizados de actuación en situaciones concretas (ej. acoso escolar, prevención del suicidio). Debe evitarse culpabilizar o sobreproteger a los estudiantes o a sus familias, siendo más eficaz apoyar el afrontamiento activo de las dificultades y reforzar los pequeños avances.

El trabajo multidisciplinar es fundamental en la puesta en marcha de estos procesos, ya que la atención a estos menores requiere la colaboración entre diferentes profesionales de la educación, de la salud mental y otros especialistas. Por supuesto, se debe tener en cuenta el papel clave de las familias en la educación emocional de los menores para procurar un adecuado ajuste psicoeducativo y social en los diferentes contextos en los que se desenvuelven.

Los profesionales que trabajan con esta población infanto-juvenil deben poseer los conocimientos, destrezas y estrategias necesarias para ofrecer una atención de calidad y adaptada a las necesidades específicas de cada estudiante, así como un asesoramiento a sus familias. Estas competencias pueden adquirirse cursando el Máster Universitario en Educación Especial ofrecido por la UNIR. Priorizar el bienestar emocional en la educación especial promoverá un aprendizaje apropiado y un futuro más inclusivo y equitativo.

(*) Silvia Melero es doctora en Psicología con Mención Internacional y Cum Laude especializada en evaluación y tratamiento de los trastornos psicológicos en niños y adolescentes. Ejerce de psicóloga infanto-juvenil, investigadora y docente en diversas titulaciones en el ámbito de la psicología y la educación.

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