Jorge Arana Varona
Cada 17 de octubre se celebra el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, una fecha que recuerda que más de 808 millones de personas viven en esta situación. En esta entrevista, la docente de UNIR analiza cómo la enseñanza puede ser parte de la solución o del problema.

La pobreza sigue siendo una de las heridas más profundas de nuestro tiempo. En 2025, 808 millones de personas sobreviven con menos de 3 dólares al día, y 2.900 millones lo hacen con ingresos insuficientes para una vida digna. Además, 1.100 millones enfrentan pobreza multidimensional, una condición que combina carencias en salud, educación, vivienda y acceso a servicios básicos.
La Dra. Marta Caballero García, responsable de proyectos de investigación sobre salud y desigualdad en grupos vulnerable, advierte que la pobreza no es solo una cuestión económica, sino una exclusión estructural que se reproduce desde las instituciones. “La pobreza no es inevitable ni resultado de deficiencias personales, sino consecuencia de decisiones políticas y económicas concretas que podemos y debemos cambiar”, afirma.
Desde su origen en 1992 por iniciativa de Naciones Unidas, el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza busca visibilizar una problemática que afecta a millones de personas en todo el mundo. Para Caballero, esta efeméride no debe quedarse en lo simbólico: “Nos interpela como sociedad sobre nuestras responsabilidades colectivas frente a la pobreza”, afirma.
Educación crítica
En España, la relación entre nivel educativo y riesgo de pobreza es directa: uno de cada dos menores en hogares con bajo nivel de estudios está en riesgo de exclusión social. Además, la tasa de repetición escolar es cuatro veces más alta entre estudiantes desfavorecidos, lo que limita sus oportunidades futuras.
La directora académica del Máster en Métodos y Técnicas de Investigación Social Aplicada de UNIR lo resume con claridad: “La educación desempeña un papel dual en relación con la pobreza: puede ser un mecanismo de reproducción de la desigualdad o una herramienta de transformación social”.
El aula es una espada de doble filo. Cuando los sistemas educativos se limitan a incluir sin cuestionar sus estructuras, reproducen exclusión. Por el contrario, una educación crítica reconoce a las personas como sujetos de derecho y fomenta su participación en la construcción de alternativas.
Para lograrlo, Caballero propone metodologías participativas que permitan desnaturalizar prácticas discriminatorias y cuestionar el lenguaje estigmatizante presente en políticas y materiales educativos. “No basta con enseñar competencias técnicas; es necesario fortalecer la capacidad crítica y reconstruir la autoestima de quienes han interiorizado mensajes de desvalorización”, afirma.
Violencia institucional
La pobreza no se limita a la falta de ingresos; también se expresa en formas invisibles de violencia institucional. En España, las personas en situación de vulnerabilidad enfrentan procesos burocráticos complejos, largos tiempos de espera y un trato que cuestiona su dignidad. El lenguaje utilizado en políticas públicas y medios refuerza estereotipos con términos como “dependientes” o “aprovechados”, consolidando la idea de ciudadanos de segunda categoría.
Este fenómeno no es anecdótico. Según la Dra. Caballero, “los procedimientos aparentemente neutros pueden generar humillación y pérdida de derechos”. Añade que incluso las instituciones creadas para ayudar pueden convertirse en espacios de control. “He visto centros que exigían a las familias demostrar constantemente su ‘merecimiento’ de las ayudas, sometiéndolas a interrogatorios repetitivos y procedimientos humillantes que minan su dignidad”, recuerda.
Cuando las instituciones operan bajo esta lógica, la pobreza deja de ser solo económica y se convierte en una experiencia de estigmatización que erosiona la representación social en sistemas democráticos.
Cómo los discursos perpetúan la pobreza
El lenguaje no es neutral: construye realidad. Cuando los discursos públicos presentan la pobreza como resultado de falta de esfuerzo o malas decisiones, legitiman la desigualdad estructural. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad enorme: reducir la pobreza a casos individuales dramáticos o asociarla con inmigración y delincuencia refuerza estereotipos.
La academia también juega un papel clave. “Cuando los discursos presentan la pobreza como un problema individual, ocultan que es consecuencia de transformaciones en los sistemas productivos globalizados. Tenemos la responsabilidad de producir y divulgar conocimiento riguroso que evidencie los mecanismos estructurales de la desigualdad”, señala Caballero.
El discurso académico puede ser instrumento de dominación o herramienta de emancipación, dependiendo del compromiso ético y político. En sociedades tecnológicas, donde las élites se presentan como “expertos”, el lenguaje crítico es esencial para desmontar narrativas que justifican la exclusión.
Repensar las políticas públicas
Erradicar la pobreza requiere más que buenas intenciones: exige transformaciones estructurales. Caballero propone reformas fiscales profundas que garanticen justicia redistributiva, sistemas de garantía de ingresos sin mecanismos de control y políticas de empleo que enfrenten la precarización laboral. “No se trata de subsidios asistencialistas, sino de garantizar condiciones laborales dignas”, afirma.
En el ámbito educativo, se necesitan políticas de equidad que compensen activamente las desigualdades de origen, con recursos adicionales para centros en contextos desfavorecidos y eliminación de prácticas segregadoras. Los servicios sociales deben pasar de modelos burocráticos y punitivos a sistemas basados en el acompañamiento y la escucha activa.
Todas estas políticas deben diseñarse con participación real de las personas afectadas. “No solo como destinatarias, sino como protagonistas”, subraya Caballero. Recuperar la voz de quienes viven la pobreza es fundamental para revitalizar la democracia y construir soluciones sostenibles.
Un llamado a la acción colectiva
Cada 17 de octubre, el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza nos recuerda que este problema no es inevitable. La pobreza es consecuencia de decisiones políticas y económicas concretas que podemos cambiar. En palabras de Caballero: “Debemos preguntarnos qué tipo de sociedad queremos construir”.
La historia demuestra que las transformaciones son posibles cuando hay voluntad colectiva. Escuchar a quienes viven la pobreza y reconocer su dignidad es el primer paso hacia una sociedad más justa.
- Facultad de Artes y Ciencias Sociales