UNIR Revista
El activismo es la defensa de una causa con el fin de conseguir un cambio en un escenario social. La digitalización de las comunicaciones ha facilitado la expansión de estos movimientos.

El activismo hace referencia a la defensa que una persona realiza de una determinada causa a la que presta su voz para impulsar un cambio. Esta actividad puede ser desarrollada a título individual o como parte de una organización, aunque sí que es cierto que siempre se logrará un mayor impacto social cuantos más ciudadanos estén dispuestos a luchar contra algo que consideran injusto.
Entre los abusos contra los que se movilizan habitualmente los ciudadanos destacan aquellos que reclaman la protección de derechos humanos, especialmente los destinados a promover la acción humanitaria en lugares conflictivos. De hecho, gracias a la concienciación social que se alcanza a través del activismo se logran poner en marcha importantes proyectos de acción humanitaria. Esta implementación sobre el terreno está liderada por profesionales con una formación específica como la que ofrece el Máster en Cooperación Internacional online de UNIR.
¿Qué es el activismo y qué tipos existen?
El activismo, que es la decisión individual o colectiva de reivindicar un cambio para una situación que se considera injusta o dañina, puede estar dirigida a diferentes escenarios. Según la causa que se esté abanderando será posible hablar de:
- Activismo político, dirigido a lograr una modificación en las leyes o a promover una regulación concreta.
- Activismo social, con un fin centrado en remover conciencias que impulsen una transformación en la situación de un colectivo, normalmente vulnerable o afectado por una situación desventajosa.
- Activismo medioambiental, en defensa de la protección del ecosistema y los seres vivos que lo habitan.
- Activismo judicial, enfocado a reclamar que se modifique una sentencia o promover la apertura de un proceso.
Es habitual que este tipo de causas estén respaldadas por organizaciones concretas que defienden y luchan por unos mismos ideales, así como que muchos activistas, estén integrados o formen parte de ellas.
La transformación digital del activismo
Analizados los principales tipos de activismo existentes en la sociedad, es el momento de detenerse en el influjo que la era digital está teniendo en este tipo de acciones sociales. El motivo es que gracias a internet se amplifica el mensaje, llegando así a un colectivo mayor que facilita el incremento de seguidores y activistas vinculados a una reivindicación concreta.
Este activismo digital se puede desarrollar de dos maneras, siendo la primera aquella que se ejecuta de forma completamente legítima, llamando a la movilización o a la realización de actos que promuevan el cambio pero dentro de la ley, por ejemplo, a través de las plataformas sociales.
Precisamente, es el activismo en redes sociales el que explica que en este tipo de organizaciones —además de ser frecuente que sus integrantes cuenten con el Grado en Ciencias Políticas y Gestión Pública o el Grado en Sociología— se reclamen expertos en comunicación al haberse especializado mediante algún posgrado como el Máster en Comunicación Política y Marketing online de UNIR.
En la segunda modalidad de activismo online, aquel denominado hacktivismo, las actividades implementadas para reclamar una modificación son perseguibles legalmente, ya que su puesta en marcha normalmente se vincula a delitos cibernéticos.
Activismo vs. militancia
Dos conceptos que se tienden a mezclar de manera habitual es el de activismo y militancia. Mientras que el primero es definido por la Real Academia de la Lengua (RAE), en su segunda acepción, como el “ejercicio de proselitismo y acción social de carácter público, frecuentemente contra una autoridad legítimamente constituida”, la militancia hace referencia a la “condición de militante” o al “conjunto de militantes en una determinada organización”.
Al comparar ambas definiciones se llega a la conclusión de que se puede ser defensor de una causa sin necesidad de pertenecer formalmente a una organización. Es por ello por lo que surge la duda: cuál es el motivo por el que se utilizan de manera indistinta. La razón la volvemos a encontrar en la RAE ya que, al seguir ahondando en el diccionario se descubre que, entre los significados que da a la palabra activista, destaca aquella que considera así al “militante de un movimiento social, de una organización sindical o de un partido político que interviene activamente en la propaganda y el proselitismo de sus ideas”.
Con todo, para la RAE en el activismo existe una defensa clara y marcada de una causa que se considera justa, pero ello no conlleva que se deba pertenecer de manera obligatoria a un partido o agrupación concreta. Así, cuando una persona se considera activista, existe una posibilidad de que sea militante de una organización, aunque no es preceptivo dado que las otras dos definiciones ofrecidas de este concepto no lo incluyen.
Ahora bien, al margen de la delgadísima línea que separa al activista del militante, lo único que está claro es que el activismo, como actividad, busca realizar una férrea defensa de una causa concreta que puede estar relacionada con los derechos humanos, el medioambiente o las libertades públicas, entre otros.