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La paz en Gaza: sí, pero…

Inocencio Arias, embajador de España y director del Máster en Relaciones Internacionales de UNIR, hace una reflexión personal sobre el Acuerdo de Paz de Gaza, una iniciativa del presidente Trump que ha recibido plácemes o tácita aceptación en la mayor parte del globo, incluida la mayoría de los países islámicos.

Firma del Acuerdo de Paz de Gaza impulsado por el presidente norteamericano Donald Trump.

Trump se ha salido momentáneamente con la suya. Ha logrado lo que los presidentes americanos que lo han precedido desde 1948, fecha de la creación del Estado de Israel, no consiguieron. No sólo parar la guerra y que la vital ayuda alimentaria y médica comience a fluir razonablemente, sino sentar las bases, sin duda endebles, de la solución de una situación pesadillesca. Los primeros pasos han sido alentadores, se liberan los rehenes israelíes a cambio de la puesta en la calle de unos 2.000 prisioneros palestinos, alguno de los cuales tenía poco de político. Israel se retira parcialmente y hay un cese del fuego.

El presidente americano ha llegado tarde a conseguir el Nobel de la Paz a pesar del firme deseo por obtenerlo (“nadie lo merece más que yo”, pregonó con su habitual ‘modestia’), pero si se levanta con una mediana solidez el edificio pacífico que ha diseñado no es descartable que lo obtenga el año que viene para desagrado de sus enemigos. A modo de ejemplo, una revista estadounidense mostraba en estos días un dibujo con una pareja en que uno decía que la actuación de Trump era meritoria, pero que estaba comprando ser aún más autoritario.

“Si se levanta con una mediana solidez el edificio pacífico que ha diseñado Donald Trump, no es descartable que obtenga el Premio Nobel de la Paz el año que viene para desagrado de sus enemigos”.

Máster de Formación Permanente en Relaciones Internacionales de UNIR

Con todo, la iniciativa del presidente Trump ha recibido plácemes o tácita aceptación en la mayor parte del globo, incluida la mayoría de los países islámicos. “Trump roba el show”, titula en portada el londinense Daily Telegraph y en Israel se le compara con Ciro el Grande y se le alaba con citas bíblicas.

En la Plaza de los Rehenes, miles de personas ven transmisiones en vivo y celebran la liberación de los últimos 20 rehenes israelíes, después de 737 días en cautiverio, ondeando banderas israelíes.

Acaba, pues, el sufrimiento diario y la hambruna en una comunidad que ha sufrido unos 60.000 muertos y en donde más del 80% de las viviendas son escombros. Un horror del siglo XXI.

“Netanyahu se mueve, como se ha dicho, ‘entre la inmortalidad y la cárcel’; sabe que hay elecciones en 2026 y se salvaría presentándose como el dirigente que pulverizó a Hamás”.

Hay, sin embargo, dos grandes peros o reservas: el primero, fáctico, es que el tren puede descarrilar como tantas otras veces en el pasado. El israelí Netanyahu se mueve, como se ha dicho, “entre la inmortalidad y la cárcel” (como el ruso Putin, tiene una orden de detención de la Corte Penal Internacional), sabe que hay elecciones en 2026 y se salvaría presentándose como el dirigente que pulverizó a Hamás, y el grupo terrorista palestino obtiene un respiro en el momento en que había sido descabezado. Hamás enseña los dientes y puede intentar reagruparse para seguir aterrorizando y no ser marginado del futuro de Gaza. En estas fechas, está aplastando y fusilando a elementos de otros grupúsculos palestinos.

Y aquí llega la incógnita: ¿accederá Hamás verdaderamente a desarmarse y a ser una figura decorativa en el control de Gaza? Hay dudas. Si no lo hace, de un lado, Israel, sea cual sea su gobierno, no se retirará razonando que no ha luchado en una guerra costosa, que lo ha convertido en un paria internacional, para seguir durmiendo al lado de un enemigo que quiere echarlo al mar.

De otro lado, la fuerza internacional que debe asegurar la estabilidad de Gaza no se desplegará porque los gobiernos de sus componentes no querrán enviar efectivos a un lugar arriesgado y con instrucciones timoratas como a veces desembarcan los cascos azules de la ONU (piénsese en Ruanda o en Srebrenica).

“Si no hay una tranquilidad acentuada difícilmente habrá una autoridad civil gestora o una reconstrucción. el Plan de Paz está diseñado, ha sido aceptado, pero está en su primer y problemático hervor”.

Si no hay una tranquilidad acentuada difícilmente habrá una autoridad civil gestora o una reconstrucción. Menos aún nacerá de verdad el Estado de Palestina, que Israel aún no ha aceptado abiertamente, que en el Plan de Paz de Trump aparece difuso y en la lejanía y que no todo el mundo encuentra viable. En consecuencia, el Plan de Paz está diseñado, ha sido aceptado, pero está en su primer y problemático hervor.

Las manifestaciones propalestinas se han sucedido en la prinpales ciudades europeas en los últimos meses.

El segundo pero, anímico, menos visible, es el que anida en cierta izquierda europea y bastante en la española. Se ha condenado el Plan de Paz cuando la propia Autoridad Palestina de Cisjordania y hasta Pakistán lo aceptaban. Para determinados sectores pareciera que es bueno que la guerra continúe para tener movilizada la calle, servir intereses electorales y avivar el rentable fuego de la indignación pública. El malestar es legítimo y sano: sería insensible no conmoverse ante los excesos en Gaza. Pero, en la práctica, esta indignación está teñida de falsedad y doble moral.

“No se ha visto a los actores europeos movilizarse ante la hecatombe de Sudán, donde hay 12 millones de desplazados y una hambruna sin precedentes en nuestro siglo. ¿Por qué parece no afectar que en países africanos se esté asesinando a centenares de personas?”.

No se ha visto a los actores europeos movilizarse ante la hecatombe de Sudán, donde hay 12 millones de desplazados y una hambruna sin precedentes en nuestro siglo. ¿Por qué parece no afectar que en países africanos se esté asesinando a centenares de personas? ¿Es esto una fruslería?

Lo cómodo es argumentar que eso no aparece en la prensa. Lo que resulta falso, aunque se dé por cierto a primera vista.

¿Pero y Ucrania? ¿Acaso el millón y medio de personas que ha perecido por el ataque de Putin a Ucrania son menos dignas de consideración que los palestinos? Al parecer, para ciertas personas sí porque en este caso no se puede culpar a Estados Unidos. Existen sectores con una veta antiestadounidense muy señalada. La hipocresía patente y el uso del doble rasero se han convertido en un rasgo habitual en algunos ámbitos políticos.

(*) Inocencio F. Arias es embajador de España. Presidente Comité Mundial de la ONU contra el terrorismo (2003-04). Presidente de la Asociación de Embajadores ante la ONU. Director académico del Máster de Formación Permanente en Relaciones Internacionales de UNIR.

  • Facultad de Derecho

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