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Qué es el cliffhanger y cómo influye en la psicología del guion, según Bluma Zeigarnik

Pocos términos han supuesto mayor complicación para los neófitos en el mundo del cine como el de cliffhanger. Una herramienta empleada por los guionistas para generar tensión, que consiste en emplazar cualquier elemento de la trama en una situación de máxima expectación que desemboca en la espera de su desenlace.

Pocos términos han supuesto mayor complicación para los neófitos en el mundo del cine como el de cliffhanger. Nuestros alumnos del Máster en Guion online de UNIR ya están prevenidos (seguramente por la reiterada y terca obstinación del equipo docente), a pesar de que no sea un término habitual ni sencillo de comprender en primera instancia.

En términos generales, el cliffhanger es un recurso narrativo, una herramienta empleada por los guionistas para generar tensión. Esta consiste en emplazar cualquier elemento de la trama (un personaje, un objeto, una circunstancia) en una situación de máxima expectación que desemboca en la espera de su desenlace.

Jugar con el espectador

Esto no es sino jugar con la ansiedad del espectador, con su necesidad psicológica de dar fin a una situación que, en nuestra mente, no puede quedar inconclusa. El propio término (Cliff -acantilado-, y hang -verbo colgar-) apela a la sensación de quedar desprotegido y, literalmente, “colgado”.

El cliffhanger, por lo tanto, se convierte en la motivación de consumación por excelencia, en ese “To be continued” que confirma que, si algo puede ser concluido, tiene que concluirse.

Esta motivación de terminación ha sido ampliamente estudiada por la psicología, especialmente en lo referido a la aplicación en los media. Estos análisis entroncan con una influyente teoría enunciada por la autora Bluma Zeigarnik, el “efecto Zeigarnik”, una muy acreditada la aportación en la creación de guiones que, si bien es muy conocida en el ámbito audiovisual, resulta desconocida para el gran público.

La tensión del final

Todo comenzó (como tantos guiones) con una experiencia personal. La teórica soviética se encontraba esperando por su consumición en un restaurante, cuando se percató de que los camareros olvidaban inmediatamente los pedidos ya servidos, manteniendo todavía en mente aquellos que no habían sido llevados a la mesa. Tras varios estudios, Zeigarnik llegó a la conclusión de que los individuos necesitan concluir una primera tarea para poder centrar su atención y su memoria en una segunda.

Así las cosas, en el cine y en toda producción audiovisual, los espectadores se mantienen alerta hasta que puedan entender la trama como un todo ya resuelto. Si esta variable se manipula y se deja inconclusa, la audiencia esperará ansiosa a que se lleve a cabo una secuela que complete el conocimiento que quedó pendiente en la cinta anterior.

Sin embargo, qué sucede cuando no hay secuela; cómo se alivia la expectativa de la audiencia si, finalmente, no se acaba explicando qué pasará después. En ese caso, el espectador resultará noqueado por un final en el que un fleco fundamental queda irresoluto. Ahí está la tensión y, por consiguiente, el cliffhanger.

El cine se enriquece

Como el método de casos es una de las técnicas más efectivas en la enseñanza, veamos algunos ejemplos concretos que ilustren el concepto de desenlace con cliffhanger.

Lo que el viento se llevó (1939). Quién no recuerda la célebre frase: “Después de todo, mañana será otro día” con la que concluye la película de Victor Fleming. Sin duda esta sentencia, enunciada por Scarlett O`Hara, es una declaración de intenciones: la joven regresará a Tara, intentará recuperar el amor de Rhett y reconstruirá el poder de su familia. Pero ¿lo logrará? Eso el espectador no lo sabe, quedando ad infinitum la duda de si que relación entre Scarlett y Rhett haya llegado a su final.

Origen (2010). Esta es una de las cintas más memorables en cuanto a cliffhanger se refiere, capaz de suscitar las mayores alabanzas y las más enconadas críticas. Lo que logra Christopher Nolan con Inception (y a su vez Satoshi Kon con la japonesa Paprika) es un auténtico trabajo de orfebrería, en el que todas las certezas del espectador se pierden por el simple movimiento de una peonza. Los límites entre sueño y la realidad (quien haya visto la película sabrá a lo que me refiero) se diluyen, adentrando al espectador en una duda existencial al margen de la narración ¿es posible que Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) siga en un universo onírico? ¿Es un parámetro confuso y nada es real? Jamás se sabrá.

Finalmente, si algún lector es aficionado al cine de terror, habrá deducido que, efectivamente, el cliffhanger es un efecto perfectamente establecido en el género. Todas las cintas, con mejor o peor fortuna, acaban sus tramas con un elocuente suspense. Si el asesino había sido atrapado, pronto desaparecerá en su celda; si el maníaco había muerto, a la hora de realizarle la autopsia se desvanecerá atemorizando a los testigos. Cuando la víctima por fin se halle en el interior de su hogar, recibirá una llamada entrecortada del asesino al que creía atrapado…

Y así el espectador resiste, el cine se enriquece y el cliffhanger queda servido.

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