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“La cercanía física es clave en los ecosistemas de innovación”

En los últimos años viene desarrollándose un fenómeno empresarial conocido como ecosistema de innovación. Un concepto muy ligado al significado de las propias palabras, porque aúna el crecimiento natural y el desarrollo de conexiones tradicionales, pero también de otras mucho más complejas.

En los últimos años viene desarrollándose un fenómeno empresarial conocido como ecosistema de innovación. Un concepto muy ligado al significado de las propias palabras, porque aúna el crecimiento natural y el desarrollo de conexiones tradicionales, pero también de otras mucho más complejas. Y lo hacen mediante de un entorno favorable, ya sea por concentración geográfica de los actores implicados o a través de las nuevas posibilidades de interacción que permite la tecnología. Son algunas de las conclusiones de José Manuel de la Chica, CTO de Global Digital Platforms en Santander Universidades (Grupo Santander) y Profesor del Programa en Dirección y Gestión de la Innovación en esta entrevista para UNIR Revista.

¿Cómo y por qué surgen los ecosistemas de Innovación?

Nacen por la necesidad de poner a trabajar juntos a diferentes actores sociales y económicos clave como las ‘startups’, los emprendedores, la administración, las universidades, especialmente en el área de I+D y, por supuesto, los inversores y las grandes corporaciones. Estos últimos se han convertido en la última década en uno de los grandes dinamizadores de la innovación a todos los niveles.

¿Qué tipos de conexiones promueven?

En general se desarrollan conexiones tradicionales -orientadas a la inversión, el ‘partnership’ o la relación cliente/proveedor- aunque mucho más fuertes,  pero también otras nuevas y mucho más complejas. Están apareciendo nuevos roles y modelos de interacción gracias a las posibilidades que ofrece la tecnología y a los canales de interacción abiertos y digitales, por ejemplo, basados en APIs (interfaz de programación de aplicaciones) o plataformas tecnológicas. Ahora no es nada raro hablar de coopetidores o de prosumidores de datos y servicios digitales. Así mismo, también se exploran nuevos tipos de sinergias, alianzas y modelos de colaboración entre diferentes actores que buscan, sobre todo, explotar el lado cooperativo y complementario de las organizaciones que forman parte del ecosistema.

¿Tienen sentido sólo en el mundo físico o pueden ser digitales?

La respuesta fácil sería decir que en ambos, pero con matices. La proximidad física para determinados ecosistemas es fundamental, sobre todo en los muy especializados y en los que la investigación científica o tecnológica es una parte crucial. Otro factor clave para apostar por los ecosistemas físicos es facilitar el cumplimiento normativo y el hecho de compartir un mismo marco regulatorio y legal. Además, es frecuente que un ecosistema físico se ampare bajo unas reglas fiscales o beneficios locales que en un marco digital es complicado emular.

Lo importante de un ecosistema es poner juntos a organizaciones y personas que se complementan

¿Qué tipos de ecosistemas son los que tienen un mayor potencial de innovación tecnológica?

Cuando en un ecosistema, ya sea físico o digital, coinciden empresas, inversores o expertos muy de nicho que investigan y trabajan un área tecnológica muy concreta y con capacidad potencialmente disruptora, nos encontramos ante un clúster vertical tecnológico. Si cuentan con una buena gestión transversal, apoyo de las administraciones y están formados por participantes cualificados y cuentan con capital inversor suficiente, pueden hacerse fácilmente con una ventaja estratégica susceptible de poner al clúster a la cabeza del mercado.

¿Cuál es su capacidad de éxito?

Este tipo de clústeres, aunque a veces dan la sensación de convertirse en entornos cerrados a medida que crecen, son capaces de generar éxitos, empresas y retornos de la inversión para los ‘venture capitals’ (capital riesgo) sin precedentes para el nicho en cuestión.  Actualmente uno de los más interesantes y que habrá que seguir de cerca es el Crypto Valley que se está desarrollando en Suiza y dónde se están acometiendo proyectos muy interesantes en base a las tecnologías descentralizadas y todo aquello relacionado con ‘blockchain’ y la cripto-economía.

 ¿Hay un tamaño mínimo para formar un ecosistema de innovación?

No creo que haya un tamaño mínimo en cuanto a los actores que lo integren. Lo importante es la disposición para colaborar y trabajar con terceros y la complementariedad entre estos. Lo importante de un ecosistema es poner juntos a organizaciones y personas que se complementan o que necesitan ser complementadas. Y para eso toca hacer introspección y saber qué se necesita y qué se puede aportar. Una vez que se tenga claro, lo siguiente es intentar atraer a quién pueda aportar y generar ese intercambio de valor, ya sea directamente o a través de otro integrante del ecosistema.

¿Cómo crecen?

Lo ideal es que el crecimiento de un ecosistema de innovación sea orgánico. Si nos vamos al significado original de la palabra “ecosistema”, nos encontramos con una definición muy ligada al entorno biológico, natural, alejado del concepto artificial y hecho por la mano humana. Por lo tanto, debe buscar las condiciones para que la vida empresarial pueda surgir, evolucionar, retroalimentarse y mantenerse en el tiempo. Pero de manera muy orgánica siempre.  Solo puede promoverse y evolucionar como un ser vivo a base de cuidados e inversión cuando  las condiciones sean óptimas para todos sus integrantes.

¿Cómo se regulan?

En cuanto a la regulación, la mayoría de las veces vienen dado por el marco regulatorio local. Pero en determinadas ocasiones, sobre todo cuando el ecosistema está protegido por un actor principal, las reglas del juego pueden venir dadas por éste o por el acuerdo de los propios participantes. En cualquier caso, creo que los mejores ecosistemas se autorregulan orgánicamente en gran medida.

Como dice el proverbio: si quieres ir rápido, viaja solo; si quieres llegar lejos, viaja acompañado. Creo que es el principal cambio de paradigma

¿Qué cambios culturales implican?

La mayoría de cambios pasan por abrir realmente la empresa a la colaboración con terceros. Recordando aquella antigua frase publicitaria, la idea sería un poco aquella de ‘solo no puedes, con amigos sí’.  E incluso, aunque una empresa pueda lograr sus objetivos por sí misma, el estar abierta a formar parte de un ecosistema obliga a replantearse cosas y pensar qué puede lograrse a través de sinergias y ‘partnerships’.

¿Cuáles son sus ventajas?

Como dice el proverbio: si quieres ir rápido, viaja solo; si quieres llegar lejos, viaja acompañado. Creo que es el principal cambio de paradigma. Y una vez cruzada esa línea, lo que hay que hacer es explorar, ver que puede hacerse con otras empresas y organizaciones e intentar pensar fuera de la caja. A veces surgen oportunidades realmente interesantes y que acaban catalizando al propio ecosistema.

¿Qué posición competitiva ocupa España en relación a los ecosistemas internacionales de éxito?

España se ha enfrentado a un contexto histórico, económico y cultural bastante diferente al de los grandes ecosistemas de innovación del mundo. Disponemos de un talento capaz de crear no sólo ecosistemas, sino de alimentar de conocimiento y experiencia una parte de los que están actualmente distribuidos por el mundo. No obstante, esa sigue siendo nuestra asignatura pendiente y aunque se ha hecho mucho, todavía queda más por hacer. Por ello debemos seguir trabajando en todos los ámbitos: desde la empresa a la Universidad, pasando por las administraciones. Desde la actitud que cada uno de nosotros tenemos hacia la innovación.

¿Qué podemos hacer para posicionarnos dentro de este ranking?: Silicon Valley, Tel Aviv…

Quizás nos falte un entorno tan representativo como Silicon Valley o Tel Aviv, pero creo que tenemos el potencial de generar ecosistemas y especialmente, clústeres verticales de innovación cuando administración y grandes empresas se coordinan. Se han hecho intentos, pero todavía falta una gran apuesta si realmente se quiere conseguir algo así y contar con un ecosistema puntero. La parte positiva es que sí tenemos los mimbres, el talento científico-tecnológico y las organizaciones, empresas y organismos capaces de llevarlo a cabo.

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