Hilario Blasco Fontecilla
Los ingresos hospitalarios de adolescentes por depresión se han disparado un 1217% en las últimas dos décadas. Cada 10 de septiembre, el Día Mundial de la Prevención del Suicidio nos recuerda que la salud mental es una prioridad global.

Cada 10 de septiembre, el Día Mundial de la Prevención del Suicidio nos recuerda que la salud mental es una prioridad global. En España, esta fecha cobra una relevancia particular a la luz de las alarmantes cifras de los últimos años. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2024 se produjeron 3.846 suicidios en España. Asimismo, el suicidio fue la primera causa de muerte en personas entre 15-29 años en 2021.
Un reciente estudio, publicado en el Journal of Affective Disorders por un equipo de UNIR liderado por Eduardo González-Fraile, ha revelado una realidad sobrecogedora: los ingresos hospitalarios de adolescentes (entre 11 y 18 años) por depresión, una de las principales enfermedades asociadas al suicidio, se han disparado un 1217% en las últimas dos décadas.
Este dramático incremento es la manifestación de una crisis silenciosa que se ha gestado durante años y que ha encontrado en la era digital y en la pandemia los catalizadores perfectos para su explosión. Mientras que el primer estudio pone de manifiesto el alcance del problema –con las chicas representando el 74.3% de las hospitalizaciones y la edad de ingreso desplazándose hacia una población cada vez más joven–, una segunda investigación del profesor de UNIR Hilario Blasco-Fontecilla, ahonda en una de las posibles causas: el papel deletéreo del uso excesivo de las redes sociales.
Este último estudio investiga la relación entre el uso de las redes sociales y el riesgo de autolesiones no suicidas y de intentos de suicidio en adolescentes. Esta vinculación aumenta en un alto porcentaje estas peligrosas acciones. Los hallazgos de este estudio apuntan a que la exposición constante a narrativas idealizadas, la presión por la validación digital y la comparación social pueden erosionar la autoestima y exacerbar sentimientos de soledad, ansiedad y depresión.
¿Qué podemos hacer?
La combinación de ambas investigaciones nos ofrece un panorama preocupante. Por un lado, el aumento de ingresos por depresión en los adolescentes, concentrado en la última década, demuestra que la crisis de salud mental juvenil no es una percepción, sino una realidad objetiva y devastadora de nuestra juventud. Una realidad global, porque los datos publicados en España son muy similares a los reportados en todo el mundo desarrollado.
Por otro, contamos con la evidencia incipiente de que el mundo digital, que se ha convertido en una parte inseparable de la vida de los adolescentes, no está exento de riesgos significativos. No podemos negar que nuestros jóvenes están empantallados. El coste de oportunidad es tremendo porque, no se trata sólo del tiempo que pasan frente a las pantallas, sino ¡de lo que se pierden al hacerlo!
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Nos podemos permitir el “lujo” de no hacer nada? El problema es de tal complejidad que exige de una respuesta coordinada y contundente. La prevención del suicidio ya no puede limitarse a la concienciación y al tratamiento en los entornos clínicos, sino que debe extenderse al espacio digital donde los jóvenes pasan gran parte de su tiempo. Algunas acciones podrían ser:
- Educación y concienciación: Es fundamental educar a jóvenes, padres y educadores sobre las señales de alerta de la depresión y la conducta suicida. Asimismo, es necesario desestigmatizar la búsqueda de ayuda profesional y fomentar un diálogo abierto sobre la salud mental.
- Inversión en prevención: Los datos del estudio de González-Fraile y colaboradores demuestran la necesidad urgente de más recursos en salud mental. Se requiere una mayor inversión en salud mental infantojuvenil para asegurar que los jóvenes puedan acceder a la ayuda que necesitan. No es admisible listas de espera de más de un año para ser asistido por un profesional de la salud mental infanto-juvenil.
- Regulación y colaboración en el entorno digital: Australia prohibirá a los menores de 16 años el acceso a plataformas de redes sociales a partir de diciembre de 2025. ¿Qué tiene que decir España al respecto? ¿Qué pueden hacer las plataformas para moderar el contenido dañino y el uso de mecanismos adictivos dirigidos a retener la atención de los usuarios? No podemos olvidar que los adolescentes son particularmente vulnerables al desarrollo de todo tipo de adicciones. Y los entornos digitales han demostrado ser altamente adictivos.
- Detección temprana e intervención en centros educativos: Tal y como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), las escuelas deben convertirse en espacios clave para la detección temprana e intervención de problemas de salud mental. El 70% de los problemas de salud mental de los adultos tienen sus raíces en la infancia y adolescencia. Como director general de Emooti (www.emooti.com) puedo asegurar que estamos viviendo un cambio de paradigma, aún silente, pero sin parangón, sobre la asistencia en salud mental a los niños y adolescentes. Iniciativas privadas y diversos agentes sociales, estamos llevando el bienestar y la salud mental allí donde más se necesita y es más coste-eficiente: a la escuela.
3846 y 1217 no son dos cifras más
Los centros escolares se irán transformando en centros multidisciplinares que incluyen no sólo a profesionales de la enseñanza, sino también a agentes sociales y sanitarios. Cada vez es más habitual la presencia de enfermeras, logopedas, terapeutas ocupacionales o psicólogos en los centros educativos para responder a la demanda social y atención necesaria de nuestros niños y jóvenes.
Este 10 de septiembre, el mensaje es claro: la prevención del suicidio en la era digital exige una respuesta conjunta de toda la sociedad. No podemos permitir que 3846 o 1217 sean dos cifras más. Si el suicidio o sus aledaños le han visitado en su entorno, lamentablemente, sabe de lo que hablo…. Debemos convertir estos hallazgos en la fuerza para un cambio real y significativo, que proteja a la juventud de hoy y del futuro.
(*) Hilario Blasco Fontecilla. Director General EMOOTI Instituto de Salud Mental y Bienestar. Director del Grupo de Investigación en Neurodiversidad UNIR-ITEI.
- Facultad de Ciencias de la Salud