Jorge Arana Varona
En el Día Internacional de la Traducción, conversamos con Alexandra Santamaría, docente y experta de esta rama de la lingüística, para analizar el presente y futuro de la profesión, entre avances tecnológicos, nuevos roles y desafíos éticos. “La máquina no capta los matices culturales”, afirma.

Cuando Douglas Adams imaginó la comunicación universal en La guía del autoestopista galáctico, parecía una utopía. Hoy, esa fantasía literaria se ha convertido en parte de nuestra realidad cotidiana. Con el lanzamiento de los AirPods Pro-3, Apple ha dado un paso decisivo: traducción simultánea en tiempo real, directamente en los oídos del usuario. Esta función permite mantener conversaciones fluidas entre personas que no comparten idioma, gracias a la inteligencia artificial integrada en los auriculares y el iPhone.
Microsoft tampoco se ha quedado parado en esta carrera. Google Meet ha incorporado una función similar, que reduce el volumen de la voz original y reproduce el discurso traducido con la misma entonación. “Es impresionante cómo estas herramientas están rompiendo las barreras lingüísticas”, comenta Alexandra Santamaría, docente en UNIR. “Pero también generan miedo. ¿Qué pasará con los traductores humanos?”. Esto es solo el principio de lo que se espera de ahora en adelante.
La traducción como arte
La experta lo tiene claro: “La profesión no va a desaparecer, va a evolucionar”. Aunque reconoce el valor de la IA en situaciones cotidianas, defiende el papel del oficio en contextos complejos. “¿Quién sería responsable si una máquina interpreta mal un discurso en un juicio? ¿Google Meet? No. Por eso, el traductor sigue siendo esencial”.
La docente insiste en que la traducción no es solo convertir palabras de un idioma a otro. “Es captar matices culturales, transmitir emociones, elegir el término adecuado. Una máquina puede interpretar literalmente, pero no entiende el contexto ni la intención”.
Dobles sentidos, refranes populares, false friends, etc., las lenguas son lo suficientemente ricas como para no considerar la traducción como una expresión casi artística. “El especialista humano sabe cuándo adaptar, cuándo explicar, cuándo conservar el tono. Esa sensibilidad no se puede programar”, afirma.
Un mercado en expansión
Lejos de estar en crisis, el sector de la traducción vive una etapa de crecimiento. Según Global Growth Insights, el mercado global alcanzará más de 52 millones de dólares en 2033, con una tasa de crecimiento anual del 2,33 %. La demanda se concentra en sectores como medicina, derecho y tecnología, donde la precisión es clave.
Según el mismo informe, el 75 % de las empresas multinacionales ya han adoptado servicios de traducción para sus estrategias de localización. Además, el 60 % de los proveedores de servicios lingüísticos han implementado flujos de trabajo mejorados por IA.
La inteligencia artificial no solo transforma la forma de traducir, sino también los perfiles profesionales. “Ahora surgen roles como el de post-editor, gestor de proyectos, entrenador de modelos de IA o lingüista computacional”, explica Santamaría. “Un traductor puede especializarse en localización, enseñanza de idiomas o incluso programación”.
UNIR ofrece un Grado en Traducción e Interpretación con la mayor cantidad de asignaturas de traducción especializada del mercado. Los estudiantes se forman en áreas como traducción audiovisual, jurídica, técnica y literaria. “Los traductores del futuro deben saber cómo funciona la lengua, pero también cómo interactuar con algoritmos”, señala la docente.
IA como aliada, no enemiga
La IA puede ser una herramienta útil si se usa con criterio. “Para preparar una interpretación en Naciones Unidas, puedes pedirle a la IA que te genere un glosario de términos. Antes lo hacíamos manualmente”, comenta Santamaría. También puede ayudar a revisar estilo, puntuación o coherencia en textos técnicos.
Además, permite agilizar tareas repetitivas, generar borradores, extraer terminología y crear memorias de traducción. “Un manual técnico puede ser traducido por IA y luego revisado por el humano. Eso ahorra tiempo y recursos”, señala.
Sin embargo, advierte sobre los riesgos: “No puedes copiar y pegar un contrato en ChatGPT sin saber dónde van esos datos. Hay que tener cuidado con la privacidad y la confidencialidad”. En el caso de traductores jurados, la responsabilidad legal es aún mayor.
El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) exige que los datos personales se manejen con responsabilidad. Sin cifrado, anonimización o consentimiento, el uso de IA puede violar la ley y poner en riesgo a empresas y profesionales.
Proyecto PANDORA
Durante dos años, Santamaría ha liderado el Proyecto PANDORA en UNIR, centrado en adaptar la enseñanza de la traducción a la era digital. “Hemos modificado 150 actividades del Grado en Traducción e Interpretación de UNIR, lo que nos ha permitido incorporar herramientas de IA en la evaluación y repensar la manera en la que estaban evaluando los docentes del grado”, explica.
Una de las claves del proyecto ha sido cambiar el foco: del alumno al docente. “Queríamos saber qué hace el profesor para adaptar sus actividades. No basta con prohibir el uso de la IA, hay que enseñar a usarla bien”. El proyecto ha concluido con éxito y se ha propuesto su expansión a nivel europeo dentro del programa Erasmus Plus.
El valor de la profesión
En conmemoración del Día Internacional de la Traducción, Santamaría lanza un mensaje esperanzador: “La traducción es un arte que merece la pena. Está presente en libros, películas, anuncios… El traductor siempre está ahí (aunque sea invisible), entendiendo la lengua y transmitiendo el mensaje”.
Para quienes se plantean estudiar esta carrera, su consejo es claro: “No se dejen influenciar por quienes dicen que no tiene futuro. Tiene salidas diferentes, adaptadas a los nuevos tiempos. Y sigue siendo una profesión muy valiosa”.
- Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades