InternacionalAcceso estudiantes

Kôgo Noda y Yasujirô Ozu: cómo escribir un guion perfecto

La cinematografía japonesa es una fuente inagotable de erudición. A lo largo de las décadas, sus autores han firmado incalculables lecciones de buen quehacer cinematográfico.

La cinematografía japonesa posee clásicos imprescindibles.

La cinematografía japonesa es una fuente inagotable de erudición. A lo largo de las décadas, sus autores han firmado incalculables lecciones de buen quehacer cinematográfico, mostrado una veneración extrema hacia la épica que posee cada uno de los aspectos de la vida, por mundanos y corrientes que parezcan.

Al igual que la escenografía, la interpretación o el subtexto (qué relevancia asume el subtexto en el cine japonés), el cuidado del guion es asimismo primordial para el cine japonés. Así lo explico a mis alumnos del Máster en Guion online de UNIR.

Tendencia a la reflexión

No todas las palabras indican emociones semejantes; no todos los sentimientos se expresan del mismo modo ni todas las historias se narran con idéntica intensidad. Aunque en nada se parece un jidai-geki (drama histórico) a un shomin-geki (drama actual) ni mucho menos a un chanbara (película de samuráis), lo cierto es que en el cine japonés existe una tendencia a la reflexión.

También al lirismo inadvertido en otras cinematografías, una querencia que se refleja no solo en su etapa clásica, sino en autores contemporáneos de indudable éxito, como Naomi Kawase o Hirokazu Koreeda.

De entre los clásicos, cineastas como Kurosawa o Masaki Kobayashi han instruido al mundo en el el cine, siendo Yasujirô Ozu uno de los más memorables

De entre los clásicos imprescindibles, cineastas como Akira Kurosawa, Kenji Mizoguchi, Mikio Naruse o Masaki Kobayashi han instruido al mundo en el arte cinematográfico, siendo Yasujirô Ozu uno de los más memorables de todos los tiempos.

Cintas como Las hermanas Munekata (1950), Buenos días (1959) o El sabor del sake (1962) revelan a un cineasta que no se encorseta ni se limita, siendo capaz de diseccionar la cultura de la que procede sin reservas.

Además, marca un antes y un después en el devenir del cine japonés. Su alabada Cuentos de Tokio (1953) será uno de sus títulos más conocidos, un éxito sin precedentes para el que gozó de la compañía de un guionista del todo imprescindible, Kôgo Noda.

No era la primera vez que Ozu y Noda trabajaban juntos, su colaboración llevaba décadas siendo fructífera, creando películas icónicas como La mujer de Tokio (1933), Primavera tardía (1949) o El sabor del té verde con arroz (1952).

Con todo, Cuentos de Tokio fue diferente; de hecho, Cuentos de Tokio es diferente. Hay algo en su estructura, en su temática, en su fondo y en su forma que resultan de un clasicismo sorprendente y, al mismo tiempo, de una actualidad inconcebible.

Paradojas entre conceptos contrapuestos

No es la primera vez que el cine crea estas paradojas entre conceptos contrapuestos: Quentin Tarantino es pura originalidad nacida, sin embargo, del pastiche y la réplica; al igual que Scarlett O’Hara y Rhett Butler despliegan una química incontestable en la gran pantalla, aunque Vivien Leigh y Clark Gable estuvieran viviendo, en realidad, una de las cruzadas protagónicas más salvajes de la historia del cine.

Si se estudia al detalle el libreto de Kôgo Noda, se pueden encontrar retazos de vida tan imperiosos como extraordinarios, pudiendo establecer las causas de la redondez de su guion. Veamos algunas de ellas:

1- Sencillez y cotidianeidad

Aunque un papel en blanco parece llamarnos a crear historias sobrecogedoras y descomunales, los temas entreverados con la cotidianeidad nos aportarán mayor control sobre la narración.

En este caso, la historia de Shukichi y Tomi Hirayama, dos ancianos que viajan a Tokio para ver a sus hijos, es suficiente para elaborar un análisis profundo de la cultura japonesa.

2-Conocimiento

Al igual que los temas cotidianos nos aportan un mayor control narrativo, aquello que conocemos nos permitirá ampliar los márgenes de nuestra historia.

Tanto Ozu como Noda conocían a la perfección la sociedad japonesa tras la ocupación norteamericana, y por ello les fue sencillo transmitir tanta verdad en su relato.

3-Crítica social y verdad

Conocer una cultura y hablar de temas cercanos no impide desplegar todo el sentido crítico que sea posible; al contrario, debe impeler a ahondar aún más en ese espíritu que examine y relate la realidad, por muy atroz y despiadada que esta sea. Solo a través de la verdad se puede alcanzar al espectador.

4-Emoción

Conmover al público es consustancial al cinematógrafo, si bien no debe abusarse de la emoción desmedida.

Saber distribuir los tiempos y conocer el ritmo de asimilación y recuperación marcará la diferencia entre emocionar y conmocionar

Saber distribuir los tiempos y conocer el ritmo de asimilación y recuperación marcará la diferencia entre emocionar y conmocionar.

5-Personajes diferenciados

Generar personajes maniqueos es tan execrable como construir un relato basado en roles indiferenciados. Atender a las necesidades narrativas de cada personaje es básico para generar verosimilitud. Ningún personaje de Cuentos de Tokio se parece, ni someramente, al resto del reparto.

6-Universalidad, belleza y profundidad

Aunque el localismo parezca enfrentado al espíritu universal, nada hay más trascendental que aquello que nos hace únicos. La belleza que reposa en lo particular encuentra mayores sinergias que los relatos que buscan el consenso con un enfoque de amplio espectro.

Por ello, profundizar en las historias mínimas suele conducir a mayores cotas de universalidad.

    Títulos que te pueden interesar

    Noticias relacionadas

    El guion sin guion o la extravagancia en David Wark Griffith

    Pocos nombres de la industria del cine han suscitado mayores suspicacias que David Wark Griffith (1875-1948).  Pionero, genio y escándalo en iguales proporciones, Griffith es una figura ineludible en la historia del cine, a quien se le conoce por el apelativo de “padre del cine moderno” y quien, pese a ello, muestra muchas luces y algunas sombras.

    El cine de Howard Hawks y la palabra de William Faulkner

    Han pasado más de cuatro décadas desde que desapareció Howard Hawks, pero su cine se mantiene impertérrito en la mente de los espectadores, con filmes como  Scarface, Hatari, El sueño eterno, Tener y no tener, Luna nueva, Los caballeros las prefieren rubias, Rio Bravo o El Dorado. En su camino se cruzó, para quedarse, un tal William Faulkner, un autor de Missouri desbordado por el glamour de Hollywood que supo, como ningún otro, poner letra a la imagen de Hawks.

    William Goldman, el verdadero padre de Iñigo Montoya que no mató el Conde Rugen

    "Hola, soy Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir" Niños y adultos de todo el mundo recuerdan la arenga de Mandy Patinkin en La princesa prometida (1987, Rob Reiner), una película basada en la novela homónima de William Goldman (1931-2018), adaptada al cine por el autor. Ahora que nos ha abandonado, es de recibo recompensar a uno de los grandes guionistas de Hollywood con un homenaje, en el cual demos cuenta de la calidad y hondura de este autor inigualable.

    Docencia 100% online

    Nuestra metodología te permite estudiar sin desplazarte mediante un modelo de aprendizaje personalizado

    Clases en directo

    Nuestros profesores imparten 4.000 horas de clases online a la semana. Puedes asistir en directo o verlas en otro momento

    Mentor - UNIR

    En UNIR nunca estarás solo. Un mentor realizará un seguimiento individualizado y te ayudará en todo lo que necesites

    La fuerza que necesitas

    Nuestra vida académica y social

    Acompañamiento personalizado