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Japón: un estudio de su sistema educativo

Japón sigue fiel a su tradición y al respeto por las costumbres y la familia, lo que se refleja también en su sistema educativo, uno de los que obtiene mejores resultados en PISA. Las críticas a ese sistema educativo, sin embargo, también están a la orden del día y parecen fundadas. Veamos los dos aspectos.

Japón se sitúa en los primeros puestos en PISA, junto a países como Hong Kong o Singapur. Realizando una revisión general del sistema educativo japonés, no parece que haya demasiadas diferencias en cuanto a la distribución de las etapas mirando a esos países ya comentados. Hay un periodo preescolar (con jardines de infancia, yochien, y guarderías, hoikuen), una etapa de primaria (el 99% son públicas y mixtas), una de secundaria (elemental y superior, también con más de un 90% púbicas y mixtas) y la etapa universitaria.

La etapa de primaria cuenta con un profesor que imparte casi todas las asignaturas, excepto música y arte, y en secundaria el núcleo de asignaturas incluye matemáticas, lengua japonesa, geografía e historia, ciencias, educación física y para la salud, arte, lengua extranjera, economía doméstica, informática y educación cívica. Quizás en esta selección ya se puedan vislumbrar ciertas diferencias con otras culturas.

Las universidades pueden ser de ciclo corto, dos años, o largo, de cuatro. La práctica prima sobre la teoría en una proporción de más del 75%, con conexión directa con las empresas, en las que intentan aplicar sus investigaciones. También encontramos escuelas para extranjeros, con idiomas como chino, inglés o coreano, y centros de educación especial.

Las escuelas pueden ser nacionales, municipales o privadas. En el nivel de secundaria superior, hay otras posibilidades, como escuelas profesionales, vocacionales, de oficios o de especialidades. El currículum, al igual que los libros de texto, es evaluado y aprobado por el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología, y las directrices del sistema educativo son revisadas cada diez años, por lo que se puede considerar una legislación estable y duradera.

El calendario también es distinto al que solemos estar acostumbrados. Se compone de tres trimestres, comenzando en abril: de abril a julio, con unos cuarenta días de vacaciones de verano, de septiembre a diciembre y de enero a marzo, con dos semanas de vacaciones tanto en invierno como en primavera.

En la elección de las asignaturas se sustenta uno de los puntos básicos de la educación japonesa. La tradición, la poesía antigua y su caligrafía se encuentran presentes desde la primera infancia. Estas materias forman parte de los tres pilares fundamentales de su educación: conocimiento, moral (respeto por la familia, por las tradiciones, por los animales y la naturaleza) y cuerpo (el deporte se considera fundamental, junto con unos buenos hábitos alimenticios). Los niños dedican el tiempo a desarrollar su personalidad y a interiorizar principios morales, aprendiendo códigos para la convivencia.

La formación en valores es muy importante. Para ello no solo se tienen en cuenta las materias. Son los propios alumnos los que limpian los colegios, comen en el aula con su profesor, con un menú estandarizado, revisado por especialistas, y visten con uniforme. Disciplina y sentimiento de grupo forman parte de la mentalidad japonesa. Exigirse a uno mismo y respetar a los demás es fundamental en su cultura.

Los docentes tienen un papel fundamental en el entramado educativo. Son respetados socialmente y parecen estar muy bien remunerados. Se encuentran en constante formación. Sus horarios suelen extenderse desde las ocho y media de la mañana a las cinco de la tarde, pero ellos mismos indican que es muy frecuente llegar sobre las siete y media y marcharse alrededor de las diez de la noche, debido a actividades extra escolares y clubs de alumnos en los que participan para supervisarlos y dirigirlos. Se consideran servidores públicos y ven su trabajo como una misión. En su mente no cabe manifestarse o ir a la huelga, tanto por su consideración de servicio público como por la prohibición por parte de la propia legislación. Las profesoras cuentan con tres meses de permiso por maternidad y la posibilidad de salir una hora o dos antes para atender a sus hijos. Uno de los temores actuales de los docentes es la influencia de internet, aunque creen que no conseguirá diluir la tradición y valores japoneses.

Los padres tienen el deber social de educar a sus hijos. El fracaso escolar se considera una vergüenza para la familia. Por ello la mayoría de los niños acuden a escuelas de tutoría (para mejorar de forma general y recibir ayuda ante la cantidad de deberes) o de preparación de exámenes, con la finalidad de poder superar la prueba a la que tienen que enfrentarse al terminar secundaria y que marcará sus posibilidades de acceso a la universidad. El 76% de los alumnos superan esa prueba. También hay centros que preparan para la admisión en determinadas escuelas, incluido el jardín de infancia.

Hay contrapartidas, otros puntos de vista acerca de este sistema educativo. El psicólogo social Masao Miyamoto denuncia el estrés y el acoso en las escuelas, para los que no se prepara a los docentes. Los niños no pueden desarrollar su personalidad en un entorno que promueve la uniformidad y la subordinación: la armonía del grupo es el resultado más deseado. Los niños, dicen, son como bonsáis que deben ser podados y no crecer libremente, clavos en una tabla, que deben ser totalmente uniformes y no sobresalir.

En la línea de las denuncias de Miyamoto: uno de los libros más vendidos en Japón es Cómo educar a un genio. Algunas mujeres embarazadas de tres meses ya se prestan a que profesionales hablen a su bebé, enseñándoles las letras y otros conocimientos. Como decíamos anteriormente, hay academias para preparar a los niños en las pruebas de admisión… ¡a jardines de infancia! Cada día se suicida una media de cien japoneses, entre los que se encuentran niños.

Es difícil, sin haberlo experimentado de primera mano, tener una opinión fundada y objetiva de este sistema educativo. Propongo el hashtag #charlassobreeducacion para debatir sobre el tema en Twitter. Algunas preguntas que lanzo: ¿Sería necesario un cambio de contenido y de materias en nuestro sistema educativo? ¿Estamos otorgando un papel demasiado importante a las nuevas tecnologías en el aula? ¿A qué edad debemos empezar a examinar a nuestros alumnos? ¿Veríamos factible que nuestros hijos limpiasen sus colegios? ¿Podría resultar positivo para su educación? ¿Son los menús en nuestro sistema educativo tan supervisados como parecen serlo en el japonés? ¿Convendría el cambio en este sentido? ¿Cómo afecta la nutrición a los estudiantes? ¿Le damos el suficiente protagonismo a la actividad física en nuestro sistema? ¿Podemos ver el sistema educativo japonés como un sistema en el que en el colegio no se enseña, únicamente, sino que también “educa”? ¿Qué podemos decir a ese respecto de nuestra situación? ¿Tienen los profesores prestigio en nuestro país? ¿Se puede hacer algo al respecto? ¿Cómo? ¿En qué aspectos de los comentados radica el éxito del sistema educativo japonés? ¿En “aspectos positivos” o en “aspectos negativos”? ¿Qué puntos de los tratados podrían ser extrapolables a nuestro sistema educativo? ¿Crees que la importancia de la tradición y la familia son claves en el éxito del sistema? ¿Te parecen adecuados los tres pilares del sistema japonés (tradición, conocimientos y cuerpo)? ¿Cuáles son los pilares de nuestro sistema educativo?

Quizás, respondiendo a alguna de estas cuestiones, o al menos reflexionando y debatiendo sobre ellas, podríamos mejorar nuestra propia educación y, por qué no aventurarse, también nuestra sociedad.

  • Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria

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