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El apoyo activo en el aula: un modelo para la inclusión de los alumnos con discapacidad

¿Sabes en qué consiste el apoyo activo? En UNIR abordamos las claves del apoyo activo en el aula y cuáles son sus ventajas para los alumnos.

El apoyo activo es un conjunto de estrategias y herramientas que busca y facilita la inclusión en la comunidad de las personas con discapacidad y problemas del neurodesarrollo. Es un modelo de ayuda mediada: un profesional acompaña al individuo durante su rutina diaria para potenciar su desarrollo y aprendizaje de cada experiencia. ¿Quieres saber más sobre el apoyo activo? En UNIR abordamos las claves del apoyo activo en el aula y cuáles son sus ventajas para los alumnos.

Aquí vamos a hablar del apoyo activo como método de inclusión dentro del contexto escolar, pero cabe señalar que una persona con discapacidad puede necesitar y enriquecerse de la ayuda activa en la vida adulta, por ejemplo, durante el proceso de adaptación a un puesto de trabajo.

Inclusión por la igualdad

La prevalencia de la discapacidad intelectual en la población activa es de un 5,9 % con una tasa de abandono escolar del 43,2 %, según el último informe Olivenza. Si buscamos la normalización y una sociedad igualitaria, es fundamental que este colectivo pueda construir y participar de la vida en comunidad: que goce de los mismos derechos y oportunidades tanto en su formación como en el mercado laboral. ¿Dónde comienza este proceso de inclusión? En la escuela.

 


 

Entre los objetivos del apoyo activo estarían:

  • – La participación activa del alumno en la rutina del aula y el centro.
  • – El aprendizaje significativo de todas sus experiencias (tanto dentro como fuera del contexto escolar).
  • – Fomentar y enriquecerse de las relaciones sociales con iguales y adultos que le rodean.
  • – Recibir apoyo y asesoramiento profesional continuo para la toma decisiones, resolver conflictos, adaptarse a los distintos contextos, conseguir sus metas…

Niveles de apoyo activo

No todas las personas con discapacidad tienen las mismas necesidades educativas y se posicionan en el mismo estadio de desarrollo. Por lo tanto, el apoyo activo debe adaptarse al nivel de aprendizaje en el que se encuentra el alumno, siempre en base a sus destrezas y aprendizajes y potenciando el esfuerzo para alcanzar metas reales. Según este principio, diferenciamos los siguientes niveles:

  • – Apoyo verbal. Se busca que el alumno piense, realice inferencias o una actividad. Por ejemplo: si queremos que el alumno aprenda las rutinas en el aula, el educador podría hacer uso de las preguntas: “Ha sonado la campana del recreo, ¿qué debemos hacer? Recoger, guardar la fila, ponernos el abrigo…”
  • – Uso de explicaciones verbales y pictogramas. Descripción de la conducta que deseamos que aprenda. Por ejemplo, cuando el estudiante necesita automatizar las normas de aseo o de alimentación.
  • – Uso de la comunicación no verbal. A través de gestos y señales se indica al niño los pasos a seguir para la consecución de una meta.
  • – Aprendizaje por observación-imitación. El propio educador (o un alumno asignado) puede funcionar como modelo para el aprendizaje vicario en la adquisición de nuevas competencias.
  • – Modelo guía. El educador lleva la mano del niño para mejorar sus destrezas motoras: coger el lápiz, manejo de la tijera o los cubiertos, abrocharse/desabrocharse botones…

 

 

Participación activa y positiva del alumno

El objetivo principal de apoyo activo en el aula es que el niño pueda gozar de una participación plena en el día a día de la escuela, que se sienta involucrado en las actividades del aula y en su propio aprendizaje. Con este fin, el apoyo activo debe incitar al alumno a que busque la interacción con sus iguales, y enseñarle nuevos recursos para aprender y mejorar sus habilidades sociales y de comunicación.

Para potenciar la interacción positiva del alumno con su entorno social, el educador puede desglosar las rutinas y actividades que se implantan en el aula, paso a paso, para que el niño aprenda y asimile el proceso con mayor facilidad. Este le guiará en la consecución de actividades del aula, siempre reforzando positivamente (con elogios, aplausos, gomets…) su vinculación con la actividad y sus logros y éxitos. También es importante que se le ofrezca un rol activo dentro de las dinámicas de la clase. Por ejemplo, se le puede proponer que se encargue de pequeñas responsabilidades, como repartir las pinturas al resto de sus compañeros.

 

 

Aprendizaje significativo

El apoyo activo, en última instancia, es un proceso de enseñanza-aprendizaje continuado. Este aprendizaje debe “construirse” a partir de los conocimientos ya adquiridos por el alumno y en base a su realidad y experiencias diarias. Así, el niño no solo da sentido a la nueva información, también la interioriza y puede extrapolarla a otras situaciones y contextos reales.

Técnicas para trabajar el aprendizaje significativo

  • – Estructurar la información.
  • – Motivar al alumno para la investigación: despertar su curiosidad por aprender, formularle cuestiones, mostrarle nuevas situaciones donde poder demostrar sus destrezas ya aprendidas…
  • – Relacionar los nuevos conceptos aprendidos con las diferentes materias escolares y con sus propias experiencias diarias.
  • – Plantear trabajos colaborativos en equipo para que se enriquezca de la interacción con sus compañeros: de los demás también se aprende.

 

 

Rol del alumno y del educador en el apoyo activo

La denominación de apoyo activo tiene su explicación: es fundamental que el alumno mantenga una postura activa en su formación. El educador nunca debe suplir toda actividad o aprendizaje que el niño o adulto con discapacidad pueda realizar por sí solo. Tradicionalmente, el método de asistencia al discapacitado consistía en eso, en que el profesional encargado realizaba las tareas que el usuario no estaba preparado para llevar a cabo: aseo, alimentación, tareas escolares, uso de medios de transporte…

En la intervención por apoyos, tal y como están planteados hoy, el educador no cumple la función de cuidador, sino de mediador para el aprendizaje y desarrollo del individuo. Establece una relación colaborativa con el alumno, permitiendo que sea este último el verdadero protagonista de su vida y aprendizaje, el “responsable” de sus éxitos. Para lograr este nuevo enfoque es fundamental contar con la formación necesaria en atención de las necesidades educativas especiales.

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