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Aprender a leer y escribir para subir a hombros de gigantes

La enseñanza de la Lengua es fundamental. Conocerla bien es la más importante y prioritaria de las competencias. Ningún otro ámbito del saber puede prescindir de ella, explica en este artículo el profesor Antonio de la Peña Zarzuelo.

Leer mucho es muy importante, solo hace falta empeño.

El aforismo es una sentencia breve y doctrinal que se propone como regla para la ciencia o el arte. Una variación que pronuncio habitualmente a mis alumnos es: “Si he llegado a ver más lejos, fue encaramándome a hombros de gigantes”. La cito cuando, enseñando un tema obvio, intento mostrar que eso es así gracias a la labor de algún científico, autor y/o artista de enorme autoridad. Él nos enseñó algo. Nos subimos a su sabiduría y podemos entonces otear nuevos conocimientos mucho más allá.

Habitualmente esta sentencia se le atribuye a Isaac Newton. Nada menos que en una misiva a Robert Hooke. ¡Hablando de gigantes! Lo cierto es que no esta nada clara dicha presunción.

La enseñanza de la lengua es fundamental. Saber leer y escribir correctamente son las más importantes y prioritarias de las competencias. Ningún otro ámbito del saber puede prescindir de ambas. La lectura y la escritura son los gigantes que nos permiten aproximarnos a las Matemáticas, a las Ciencias Naturales, a las Ciencias Sociales, a la Ética, a la Religión, a la Educación a la Ciudadanía, a la Filosofía. Para saber biología y geología tienes necesariamente que subirte a los hombros de la lectura. Para poder mandar un currículum, que resuma la experiencia personal y/o laboral, debemos subirnos a los hombres de la escritura.

Enseñar es una tarea realmente preciosa y honorable. Tiene mucho de vocación. Cada día debemos mostrar a nuestros estudiantes nuevos conceptos, nuevas habilidades, nuevas competencias, nuevas destrezas…, nuevas fronteras. Todo ello de modo motivador y adaptándolo de manera personalizada a cada uno de ellos. En este caso, los docentes somos los hombros a los que han de subirse los estudiantes. No somos Atlas, pero se intenta.

La dificultad es conocida. El mundo digitalizado corre a gran velocidad y todo está a un click de poder ser conseguido. Todo está a una milésima de segundo de ser contestado. Se lee muchísimo a enorme velocidad. Cientos de imágenes corren por las calles de la ciudad o de los pueblos mientras conduzco. Los datos están en los ordenadores y/o en los teléfonos móviles. Nuestros hijos, nuestros alumnos, están inmersos en la era de la información y la comunicación. Hay que decodificar, almacenar y registrar la información a la mayor velocidad posible. El Antropoceno ha muerto. ¡Viva el Novaceno! La primera de las dificultades radica en hacer de la lectura algo eficaz. Leer rápido sí, pero comprender lo que se lee es aún mejor. En el mundo de la inmediatez los profesores debemos poner calma. Enseñar paciencia.

“Hice un curso sobre lectura rápida y leí Guerra y Paz en 20 minutos. Creo que decía algo sobre Rusia” (Woody Alen).

 

Los alumnos no son hojas en blanco. Llegan al colegio sin saber leer ni escribir. Sin embargo, ya saben dar al on/off de un recurso digital. Ya tienen competencia para arrastrar el dedo sobre una pantalla y encontrar el recurso que necesitan. La experiencia profesional muestra esta realidad en las pizarras digitales de clase. No saben leer un libro tradicional, en soporte papel, con mensaje codificado del abecedario. Conocen, perfectamente, la codificación y simbología de encender, apagar, atrás y delante del elemento tecnológico que tienen enfrente. El libro tiene un coste de unas decenas de euros. El aparato electrónico puede costar cientos de euros. Los maestros en el mundo de la innovación y la tecnología debemos poner tradición. Enseñar hábito.

“Para crear debes ser consciente de las tradiciones, pero para mantener las tradiciones debes de crear algo nuevo” (Carlos Fuentes).

 

Los WhatsApp, los correos electrónicos, son herramientas habituales de trabajo. El claustro ha incorporado, habitualmente, estas herramientas para comunicarse. La dirección del colegio usa constantemente ambos medios para informar a padres, alumnos y profesores. Yo, con mis alumnos de secundaria, me comunico por correo electrónico institucional. Veo cómo escriben en un contexto funcional. Debo enseñar que, en fin de semana, no deben escribirme. Tengo derecho al descanso. También, que no pueden exigirme, deben solicitarme.

Escribir en digital, más allá de una necesidad, se ha convertido en una carta de presentación de quiénes y cómo somos. Esta verdad transciende del ámbito educativo y se inserta en el mundo laboral, y de las relaciones sociales. Es una competencia que se utilizará toda la vida. Leer y escribir para vivir es más que un libro o una metáfora. Leer y escribir para vivir en el siglo XXI es una realidad. Los maestros estamos obligados a mostrar la imprescindibilidad de estas competencias. El mundo de la lectoescritura ha variado. Los maestros debemos mostrar la necesidad real del uso de la lectura y la escritura. Enseñar funcionalidad.

“Un analfabeto será aquel que no sepa dónde ir a buscar la información que requiere en un momento dado para resolver una problemática concreta. La persona formada no lo será a base de conocimientos inamovibles que posea en su mente, sino en función de sus capacidades para conocer lo que precise en cada momento” (Alvin Toffler, 1979).

 

Leer y escribir depende de receptores sensoriales altamente especializados. Los conos y los bastones son neuronas tremendamente modificadas y cualificadas. La vista es el sentido que apareció en último lugar. Sin embargo, la vista nos hizo unos primates muy especiales. La vista es un sentido tremendamente absorbente. En todas las culturas, los sustantivos y los verbos relacionados con la vista (observar, mirar, ojear, contemplar, visualizar…) representan el 60% del léxico referido a los sentidos. Consecuentemente, leer y escribir no es algo innato, natural en el hombre.

Se trata de un proceso neurofisiológico muy complejo. Leer y escribir es parte de lo que Dawkins definió como fenotipo extendido. Leer y escribir es una consecuencia cultural. Leer y escribir por ser “no natural” es cansado. Mi experiencia es que, en ocasiones, los alumnos de infantil y primaria leen un párrafo y no lo entienden. Es una realidad que sucede muchas veces. Entonces han de repetirlo una y otra vez. La consecuencia inmediata es su desconcierto. Lógico, están leyendo significados. Están adquiriendo conceptos abstractos en un medio hostil, y cerebralmente exigente. El maestro de primaria, en el proceso lector, debe enseñar a decodificar mensajes. Enseñar significados.

“Una mente no puede entenderse sin la cultura” (Lev Vygotsky).

 

En mis clases, con los pequeños, siempre les formulo las mismas preguntas: ¿Cómo se aprende a meter goles? Ellos contestan, jugando al futbol. ¿Cómo se aprende a bailar? Responden, bailando. De nuevo, ¿cómo se aprende a nadar? Unánimes: nadando. Por último, ¿cómo se aprende a leer? La frase suena en clase, a modo de grito, leyendo. ¿Y a escribir? Escribiendo. Leer mucho, hacer redacciones con buena caligrafía, son fundamentales. En los entrenamientos de fútbol, baloncesto o natación se repiten una y otra vez los mismos ejercicios. En las clases de ballet, o música, se practican una y otra vez las mismas posturas. Nadie dice que sea divertido, o que no canse. Todo aquel que practica mejora sus competencias. Todo se puede lograr si se pone empeño en ello. Exactamente igual sucede con el proceso lectoescritor. El maestro debe logar la constancia de sus alumnos. Enseñar esfuerzo.

“La satisfacción radica en el esfuerzo, no en el logro. El esfuerzo total es la victoria total” (Gandhi).

 

No debemos olvidar, como ya he mencionado, que la lectura y la escritura son los gigantes que permitirán a nuestros pequeños comprender y entender las Matemáticas, las Ciencias Sociales o las Ciencias Naturales. Pero cada una de esas materias, es evidente, necesita de una estrategia lectora que les aproxime a ese determinado ámbito del conocimiento. Cada profesor, de cada asignatura, es el responsable subsidiario de enseñar a su alumno a leer su materia. El profesor de Lengua es probable que no sepa leer Religión, o Física. Consecuentemente, esta competencia es claramente transversal y responsabilidad de todos los docentes del claustro. Habrá de ser enseñada cada vez que un alumno de primaria se enfrenta a un nuevo saber. La especialización, incluida la estrategia lectora, de cada tema, es responsabilidad de su especialista. Guiar al alumno en la lectura de nuestra materia ayuda a entender y disfrutar de lo que se lee. Las responsabilidades no pueden evadirse. El maestro es responsable de la enseñanza de su asignatura y de sus estudiantes. Enseñar Estrategias.

“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo” (Albert Einstein).

 

En consecuencia, la lectura y la escritura son dos competencias que requieren de paciencia, hábito, funcionalidad, significados, esfuerzo y estrategias por parte de maestros y estudiantes. Se trata de dos formidables competencias que nos permitirán vivir mucho mejor. Estoy en el convencimiento de que, a nuestros alumnos, aprender a leer y escribir les permitirá subir a hombros de gigantes.

En el Máster Universitario en Didáctica de la Lengua en Educación Infantil y Primaria de UNIR aprenderás las mejores prácticas, herramientas y recursos para incorporar todos estos elementos a tu aula, consiguiendo así un aprendizaje adaptado a las necesidades de la enseñanza de la Lengua en el siglo XXI.

Autor: Antonio de la Peña Zarzuelo es profesor del Máster Universitario en Didáctica de la Lengua en Educación Infantil y Primaria de UNIR. Doctor en Ciencias Biológicas. Licenciado en Ciencias Geológicas. Diplomado en Ciencias Ambientales. Grado en Magisterio en Educación Primaria (mención Lengua).

  • Máster Universitario en Didáctica de la Lengua en Educación Infantil y Primaria

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