El Vicerrector de Innovación y Desarrollo Educativo de UNIR defiende en el Congreso SIMO Educación 2016 un cambio en el modelo educativo que sea "eficaz, eficiente y funcional" y potencie las altas capacidades de los alumnos
Los tiempos cambian, la sociedad se moderniza y todo debe avanzar y mejorar. Y la escuela no puede, ni debe, quedar al margen de esa innovación. Al contrario, es necesario trabajar con ahínco para cambiar el actual sistema educativo y tender a otro donde el alumno sea el protagonista indiscutible. Esta tesis es la que defiende con denuedo el Vicerrector de Innovación y Desarrollo Educativo de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Javier Tourón.
Así lo hizo también en el marco del Salón de Tecnología para la Enseñanza (SIMO Educación 2016) celebrado en Madrid del 19 al 21 de octubre y donde el pasado día 20 intervino con una conferencia titulada ‘Hacia un modelo de escuela centrado en el alumno: el papel de la tecnología’. Bajo este epígrafe, Tourón hizo hincapié en la necesidad de “apostar por un aprendizaje personalizado, donde el alumno tiene voz y voto” y alertó de que la educación debe ser “eficaz, eficiente y funcional” o de lo contrario, si la escuela no se adapta y responde a las necesidades sociales, “dejará de ser funcional, desaparecerá”.
En ese sentido, criticó el sistema actual, donde un profesor tiene 10, 20, 30 ó 50 alumnos “y sabe que son distintos”. Pero en ese caso, añadió, “si lo son, cómo pueden recibir el mismo currículum al mismo tiempo, el mismo nivel de dificultad y de velocidad en el desarrollo”. Porque las personas contamos con diferentes capacidades, intereses y motivaciones y agrupar a los niños por edades “exagerando un poco, es como hacerlo por el color del pelo, puesto que la edad no es un factor de agrupamiento al no ser una variable psicopedagógica que defina pautas de igualdad en las personas”, ejemplificó.
Del blanco y negro al color
Hasta ahora, la escuela era un modelo de reproducción donde el aprendizaje “era cerrado y pasivo”. Pero ha llegado la hora de despedir esa imagen en blanco y negro y analógica y dar la bienvenida a una nueva a todo el color compuesta por un conjunto de variables como son los objetivos de calidad, la tecnología bien utilizada y con un significado adecuado, unos profesores con conocimientos pedagógicos y didácticos además de los propios de sus respectivas competencias y unas personas que sean los protagonistas de la Educación, no resultados de la misma.
Y ¿cómo lograr ese aprendizaje más personalizado? “Hay que aprender qué quieres aprender, cuándo lo quieres hacer, cómo, dónde y por qué”, destacó Tourón durante su conferencia. Sus principales beneficios consisten en mejorar el aprendizaje y el rendimiento, conseguir una mayor implicación del estudiante y facilitar la capacidad de estos para trabajar a su propio ritmo, además de que disminuye las lagunas en el aprendizaje e incrementa la confianza.
En la misma línea de dar un mayor protagonismo a los alumnos con altas capacidades, el Vicerrector de Innovación y Educación Docente de UNIR defendió la necesidad de crear, dentro de la escuela, ‘carriles para vehículos rápidos’ del mismo modo “que tenemos carriles para alumnos más lentos (adaptaciones curriculares, profesores de apoyo, etc)”. Previamente, los profesores deben recibir la información adecuada “para que sean capaces de adaptar estos cuatro parámetros: profundidad, complejidad, amplitud y velocidad, en planes tan personalizados como sea posible”, añadió. Y, si todo ello se realiza de forma óptima, “convertiríamos las escuelas en verdaderos entornos de aprendizaje y de desarrollo del talento”.
