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"Ciencia y fe son absolutamente compatibles"

El pasado sábado 6 de junio, el profesor de UNIR Carlos Valiente presentó su libro "13 académicos ante el diálogo ciencia-fe", de la Editorial Síntesis. La obra recoge diferentes contribuciones de destacados académicos, investigadores y docentes universitarios españoles, vinculados a once prestigiosas universidades y al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que, con gran rigor científico, han intentado acercar al lector algunas de las cuestiones cruciales en el avance de este diálogo.

Después de recoger los testimonios de 13 académicos, ¿podría decir que la fe y la ciencia son dos disciplinas compatibles? ¿Cómo es el diálogo entre ambas? Fe y ciencia son absolutamente compatibles. Por una parte, lo son a nivel teórico, ya que el bagaje de conocimientos que dimanan de la producción científica no tiene por […]

Después de recoger los testimonios de 13 académicos, ¿podría decir que la fe y la ciencia son dos disciplinas compatibles? ¿Cómo es el diálogo entre ambas?

Fe y ciencia son absolutamente compatibles. Por una parte, lo son a nivel teórico, ya que el bagaje de conocimientos que dimanan de la producción científica no tiene por qué entrar en colisión con la cosmovisión que se desprende de las religiones; así, mientras que la ciencia se ocupa de responder al cómo (p. ej. mecanismo del proceso evolutivo biológico), la religión se centra en el significado y finalidad de lo que existe, es decir, a responder al por qué y al para qué. Por otra parte, el inmenso elenco de grandes científicos que han sido religiosos, atestigua esa compatibilidad a nivel personal; en muchas de sus biografías se constata que la fe supuso un acicate para su labor científica.

¿La creencia en Dios ha sido superada por la ciencia? ¿Responde el libro a esta incógnita?

En varios momentos de la historia han surgido voces que preconizaban el final del pensamiento religioso, como perspectiva intelectual que habría de ser superada por la ciencia; el positivismo y el materialismo científico, entre otras doctrinas, se han destacado en esta opinión. Pero, sin olvidar que muchos de estos posicionamientos no se identifican con la ciencia, sino que suponen verdaderas ideologías, la realidad de nuestro mundo (como dato verdaderamente empírico), atestigua lo contrario. Se cree que pueden existir, actualmente, más de 10.000 confesiones religiosas en el mundo, las cuales, sin entrar en el cuestionamiento de sus corpus doctrinales, constituyen una fuente de sentido necesaria para muchas personas. Esta obra, estructurada a partir la contribución de expertos de distintas disciplinas científicas, ilustra esta cuestión.

A lo largo de la historia ¿ha habido enfrentamientos entre ciencia y religión?

Por supuesto. Y, tras analizar los casos en los cuales se han producido, podríamos sintetizarlos afirmando que se ha tratado de una transgresión del llamado principio de demarcación. El conflicto ha podido llegar cuando algunos representantes de la religión han atacado, ilegítimamente, las aportaciones de la ciencia o, paralelamente, cuando algunos representantes de la ciencia han querido, injustificadamente, deslegitimar la perspectiva religiosa. Como nombres más señeros desde la perspectiva de la ciencia, nos vendrán a la memoria personalidades como Galileo y Darwin. Respecto del primero, junto a muchos datos inexactos que circulan en el acervo coloquial, está el reconocimiento explícito de la Iglesia Católica del error cometido con él (1992); no en vano, como lo muestran sus cartas a Cristina de Lorena, se sintió católico hasta el final de sus días, siendo un ejemplo que encarna nítidamente la armonización de la creencia religiosa y la producción científica. Respecto a Darwin, habría que aclarar que no existió una condena eclesial global a su pensamiento (únicamente, en un sínodo de obispos alemanes en 1860), y que la teoría de la evolución no contradice la doctrina cristiana, sino el fundamentalismo bíblico o las posturas creacionistas que se aferran a interpretar la Biblia literalmente. Por la otra parte, históricamente, el supuesto conflicto se pudo exacerbar por la manipulación anti-religiosa de la importante aportación de Darwin, a través de nombres como Huxley, Spencer o Haeckel.

 ¿Qué ha aportado el cristianismo a la ciencia? ¿Y el Islam?

En cuanto al Islam, junto a los nombres clásicos de Avicena o Averroes, quisiera reivindicar contribuciones como, por ejemplo, las de Ibn al-Haytham en la fisiología de la visión o Al-Mamun, como pionero de una iniciativa científica colectiva (precursora de nuestra multidisciplinariedad). Respecto al cristianismo, existe un vastísimo elenco de nombres procedentes de ámbitos como la matemática, física, biología, química, etc.; desde Agustín de Hipona o Tomás de Aquino hasta los Marconi, Lavoisier, Ampere o Lamarck, pasando por Copérnico o Kepler. Pero, hay algo más, la ciencia moderna emerge en Occidente, en gran medida, gracias al pensamiento cristiano. Así, la convicción de que Dios crea nuestro mundo, aportándole una racionalidad intrínseca, impulsó tanto la idea de estudiar sus leyes propias y cognoscibles como la implantación de la metodología experimental. Por otra parte, las religiones, actualmente, actúan como instancia crítica (ética) de toda praxis científica que pueda implicar daño o ataque al ser humano, basándose en la defensa de su dignidad.

¿Por qué decidió escribir este libro?

Por puro deseo y convicción personales, sin más apoyo añadido que la propia ilusión. Pienso que los que nos dedicamos al mundo de la investigación y la docencia, no sólo debemos embarcarnos en publicaciones a partir de las demandas externas y financiadas. Este libro pretende clarificar la realidad de la compatibilidad ciencia-religión, tantas veces puesta en entredicho tanto en conversaciones coloquiales como en foros académicos. Entiendo que aporta datos y razonamientos sólidos, al tiempo que sabe suscitar interesantes interrogantes; todo ello, configura la materia prima necesaria para fomentar un criterio más fundado al respecto.

¿A qué público está dirigido?

El libro pretende llegar a cualquier persona con inquietud intelectual, desde un científico versado en su respectiva disciplina, hasta un ciudadano mínimamente preocupado por saber y conocer. Por ello, desde el inicio del proyecto, propuse a los científicos participantes que imprimieran la máxima inteligibilidad posible sin menoscabo del rigor y profundidad de sus afirmaciones. Por otra parte, como queda patente al leerlo, el tratamiento de los temas facilita que se pueda sentir identificado desde un creyente hasta un ateo.

¿A quién se lo dedica?

Para empezar, hablar de dedicatorias es pensar en mi familia. Precisamente, en su seno se me facilitó tanto el acceso al saber y el estudio –hasta donde diera nuestra capacidad y voluntad–, como la apertura a una fe religiosa sana, razonada y humanizadora. A su vez, también lo dedico a tantos bastiones intelectuales de la historia de este diálogo científico-religioso, porque, parafraseando a Newton, cualquier humilde contribución cultural se logra subiéndonos a hombros de gigantes. Por otra parte, lo dedico a la UNIR, como institución universitaria a la que pertenezco, y en la que me siento integrado, apoyado e identificado. Finalmente, lo dedico a todo anónimo lector; la confianza que depositan en ti y en lo tuyo, sólo puede empezar a corresponderse mediante el agradecimiento.

¿Cómo ha sido la acogida del libro hasta ahora?

En primer lugar, quisiera resaltar la primera acogida al proyecto, que fue la que, personalmente, me brindaron los coautores participantes con su adhesión al mismo. A su vez, quisiera también destacar la confianza que me ha brindado la Editorial Síntesis, una de las más prestigiosas de nuestro país; apostó por una obra que, a priori, podría no ser tan comercial. Además, pondría sobre el tapete la acogida de las personalidades académicas que me están acompañando en las distintas presentaciones por todo el país; destaco, al catedrático de la UCM, D. César Nombela, quien fuera presidente del CSIC, que me acompañó en Santander, o a nuestro Rector de la UNIR, D. José María Vázquez García-Peñuela, quien hizo lo propio en Logroño. Finalmente, creo que no debo olvidar el otro factor de acogida, constatada por un sorprendente nivel de ventas.

¿Qué supone para usted presentarlo en la Feria del Libro?

Participar en este evento, y del modo en el que lo voy a hacer, no sólo firmando ejemplares sino presentando el libro en la Biblioteca Eugenio Trías, en el recinto del Parque de El Retiro, supone una inmensa alegría por el reconocimiento que implica para esta obra. Se podría decir que he tenido la fortuna de estar en el momento y contexto en el que, no sólo Madrid, sino todo España, se pliega y rinde tributo a ese fiel e incansable compañero, portador de saberes, sentimientos y experiencias, que es el libro.

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